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13/11/13

Misiva 31. Luz.

 Luz y tu encuentro.
MISIVAS DE UN RECUERDO.

 El puerto hacía tu busqueda, 5 de junio de 1939.



Querida Laura, a cada paso sobre la escalera que asciende al barco un lágrima es derramada por tu madre... sabe, como yo, que es muy posible que no volvamos a vernos. Que no volvamos a verte. Que el beso que nos hemos ofrecido, hace tan poco y hace ya tanto, hacen temblar mis labios.

Es posible que los suspiros de cada noche no recuperen su mirada. Desde la edad de la inocencia no hemos faltado a nuestro íntimo encuentro. Desde que el recuerdo me sostiene, su bello rostro acompaña mis sentimientos.

Tu madre reza por ti a todos los dioses que hayan existido, enaltece todo lo extraordinario que subyace en ti, recuerda toda la sangre derramada por nuestros ancestros... "vuelve a mi ser" ruega. Yo te encontraré en las tierras del odio, aunque muera en la desesperación y la oscuridad. 

Levanto mi paso sobre los sucesivos peldaños, el siguiente más duro que el anterior, más sufrido, soporta mis cansado aunque firme camino levando el ancla de la esperanza, de la luz, del reencuentro. 

Hija mía no te voy a fallar y nuestras manos se agarrarán de nuevo como cuando te llevaba por senderos de nuestro corazón, en tus juegos y tus risas, en tus llantos y tus heridas, por las últimas palabras que tu hijo pueda escuchar de una madre ausente. Por favor, mi niña, espera con la vida en tu mejilla.


Papá.



11/6/13

Misiva 30. Con un suspiro.

MISIVAS DE UN RECUERDO.

En el lugar dónde yaces vivo, 29 de Mayo de 1939.

Excelentísimo Señor Jefe de todos los ejércitos.


Ruego por el alma de las gentes que pasan por el umbral de su destino, ruego por su bondad que otorga el perdón, ruego por su misericordia. Hace ya muchos días que la guerra finalizó, nuestro corazón se lanzó vencedor, su gloria perdurará por siempre jamás. Contemplo diarios golpes a la razón bajo nuestro fuego, personas hundidas en la más misera oscuridad que soportan calmos nuestra venganza.

Hermanos, hijos, padres de compatriotas perdidos en el error, aún así su sangre es la nuestra, aún así derramo mis lágrimas cuando disparo el arma que los aniquila. No permita su excelencia que continúe la barbarie, debemos honrar la victoria con la reconstrucción de la esperanza.

Esta mañana de nuevo pude observar la fila de infieles encabezados por nuestro párroco. Se dirigían en silencio y con las manos atadas al muro del cementerio. Ese parapeto desecho por años de ataques y defensas. Ahora sirve únicamente de paredón. Los rezos fluyen sobre la brisa matinal inundando nuestros oídos de amargura. Su paso desesperado surca la teñida tierra sin semilla que arrojar, sin más que perpetuar su propia existencia que será arrancada de nuestra memoria.

Todos los reos fueron colocados en fila por aquél chico que parece reír cuando los demás lloran, tan solo por una insignificante dádiva se agolpa empujando a los presos a su último lugar. Grita estrepitosamente como si el ganado escapara de sus artimañas. El cura ofrece sus plegarias al sol de la mañana, hoy se ha visto cara a cara con una luna tardía que no quiere huir de la barbarie.

Solicito su gracia para nuestro pueblo rendido que continúa sufriendo y que podemos ayudar a salir de la penumbra y del terror. Su excelencia podría indicar a nuestros generales  que perdonen el error de la voluntad equívoca de compatriotas confundidos y paren su masacre.

Un joven soldado que ama a su patria.



4/5/13

Misiva 29. El manto sobre la luna.

MISIVAS DE UN RECUERDO.
Aranjuez, 29 de Mayo de 1939.





Querida Laura,

Sueño... sueño en ti...

Cada noche alejo mis ojos de los barrotes de la realidad y lo más profundo de mi alma escapa, emigra hacia otro mundo, mi paraíso. Allí eres libre Laura. Puedes reír, eres capaz de llorar de felicidad... eres celeste, soy el sol. Todos están contigo, Adolfo, Nicolás... todo lo que te importa está a tu alrededor, abrigándote.

Navegamos por los mares de la dicha, con la destreza de Adolfo nos adentramos en el inmenso océano. La luna se enciende, es el faro de nuestro camino. Surcamos eternamente las aguas... que inmensidad. Relajada muevo mis brazos al son de la dulce brisa que eriza mi piel. El caramelo de la dicha entreabre mis labios y mi deseo visita el cuerpo moreno de aquél que gobierna las sendas por las que camino.

En la lejanía dos brillantes amanecen sobre las encrespadas olas, se aproximan raudos, cada vez más cercanos... nos atrapa nuestro destino. El rigido timón no es capaz de desviarse de la invisible ruta que nos llevará al encuentro de dos pequeñas estrellas terrenales. La mar se enbravece soplado por el viento húmedo que avisa de la tormenta. La lluvia se desata sobre nuestras cabezas, nuestras ropas desaparecen absorbidas por las gélidas aguas y permanecemos tumbados, juntos, muy juntos, con nuestro inmensos amor arropándonos. Con los ojos cerrados aceptamos el vendaval, esperamos con todos nuelstros sentidos, estamos vivos, sentimos la sangre fluir a través de nuestras unidas manos, de nuestros unidos corazones, de nuestros amorosos besos. Mis labios rojos no dejan de besar tus labios Adolfo, tu ser sobre el mío, tu boca en la mía. El laberinto de tus ojos perdiéndome en tu luz, fusionando nuestra piel y descarnando nuestro espiritu, mi amor. La luna llora sobre nosotros cuando nuestra felicidad cubre el cielo. Tus caricias suben por mi pequeña existencia. No quiero abrir mis ojos, no quiero que se esfume cada beso que te doy, cada palabra que te digo,  no quiero olvidar tu voz cuando atraviesa mis oidos.

Dos retinas sobre nosotros se apagan mientras una enorme ballena desgarra la embarcación y se alimenta de nuestra infinita dicha. Caemos sobre la cascada de color del interior del animal. Volamos sobre las tinieblas abrazados, fusionados, con el miedo de cuál será nuestro próximo momento. Existirá un instante de paz en las fauces de la bestia... de la próxima realidad.

¡Laura! ¡Levantese! Es su hora, ha llegado el día de la justicia, ya no espere más señora. En pie me acerqué por última vez a la diminuta ventana que coronaba mi celda y allí volaba una colorida mariposa, si, ahuyentada por mis manos, empujada por el manto de mi amor. Mi último beso para todos vosotros que me queréis. No olvidéis a vuestra hija, vuestra amante, vuestra madre.

¡Salga por favor!

Tenga mis muñecas, Capitán, desnudas se entregan al destino que usted me impone. Comete una injusticia, soy inocente de todo cargo y culpable de anhelar a mi amado que ustedes me han arrebatado.

Ruego envíe esta carta a mi padre y a mi hijo. No saben de mí hace tanto tiempo. Le imploro que su generosidad formalice mi último deseo.

Padre, hijo mío... intenté encontrar a Adolfo, ahora si siento que ya no está entre nosotros, no siento su latido, no siento su mirada cada noche. El fracaso ha podido con nosotros, hemos perdido esta maldita guerra pero no olvidéis estas tierras de sangre. Seguir luchando, siempre estaremos con vosotros. La luna se despide...


Laura Sanlúcar.

29/4/13

Misiva 28. Cantándote.

para ti, todo es para ti.
MISIVAS DE UN RECUERDO.


Aranjuez, 24 de Mayo de 1939.


Querido Dios,

Enredada entre estas rejas que me asfixian permanezco escupida con vuestro olvido señor mío. Por fin abandonas, ahora si me ignoras. Dame un consuelo en mi dolor...

Todos los días una niñita dulce y sensible vestida con un traje de tirantes rojos aparece como un regalo, ella y su voz melódica calman mi dolor mientras recita vivamente...

        Es la luz el milagro de tu vida,
        no pierdas la calma cuando miras tu cubículo,
        desea tu paraíso y olvida.
        Adolfo extiende su mano y fugas tu alma,
        por camino de estrellas perdida,
        por senderos iluminados de infinita pasión...

Recita incansable una chiquilla que no sé de dónde ha salido, sostiene un grueso libro en las manos... Mira con sus ojillos y su gorrito coronando la cabeza con un hermoso lazo rojo, arrodillada sonríe y muestra un frondoso laberinto de vida, de anhelos soñados con mi amado Adolfo. 

Termina su lectura y descansa el libro sobre sus rodillas, puedo ver que no contiene una sola frase, el vacío completa sus página. Me acerco hacia ella, sujeta mis manos y el sucio metal de los barrotes. Sostengo mis labios rogando que los suyos busquen los míos. Vibro descansando mi tristeza sobre su calor, resigno mi destino y calmo mi dolor. Ya no volveré a sentir la libre sensación del amor.

Sé que Adolfo murió, he visto su luz reflejada en el lago y cómo soplaba el frío de su adiós. Llévame contigo mi amor... sólo tú. La flor de mis besos...

Laura Sanlúcar.

15/4/13

Misiva 27. Mi próximo viaje.

MISIVAS DE UN RECUERDO.

Madrid, 22 de  Abril de 1939.

Querida Marta,
 
Muy, muy cerca de ti suspiraba cuando mis ojos olvidaban mirarte, según te alejabas en mis recuerdos, cuando sonreías por la mañana, cuando posabas tu mano sobre la mía, cuando nuestras mejillas se cruzaban entre beso y beso... 

No hace mucho tiempo era dichoso, tú me acompañabas en el camino de la vida, entre senderos de guerra que te han separado de mí, que han acabado con la dicha de mi existencia.

Mi mano se esfuerza en no seguir escribiendo estas letras que te dedico, este manuscrito que espero puedas leer desde el cielo que es el único lugar en el que puedes encontrarte y en el que volveré a sentirte.  

Sigo el susurro de los proyectiles inmóvil, en el centro de la calle, as bombas caen a mi alrededor y donde espero tu aliento para seguir tu camino. No me queda nada por lo que luchar. Esto es el infierno donde sólo pelean por el poder y la opresión, todo el mundo corre, uno persigue a otro, otro a uno y nada los detiene. Hasta que los sabuesos cazan su presa y su dueño les regala el hueso de la tristeza como recompensa.

Me has olvidado aquí Marta, marchaste cuando te rogué que permanecieras en casa hasta que los soldados desaparecieran. Saliste para recoger la hogaza de mi almuerzo, no querías que desfalleciera en el largo día de trabajo con el que conseguimos sobrevivir. Bajaste rauda, con tu mandil como coraza, con el plato en la mesa a falta de chusco, dejaste los cubiertos colocados y el vaso de agua listo para satisfacer mi sed... Aquel viaje te costó más de lo que esperabas y aún la mesa continua puesta para que vuelvas con el pan a mi lado...

Sólo puedo abrir los ojos encharcados de sangre, sangre de mi sangre, amor de mi amor... Miro hacía el cielo en tu busca y justo sobre mi cabeza vuela el proyectil que recogerá esta maldita carta.


Besos, mi amor.

Armando Castaño.

10/4/13

Misiva 26. Bajo las botas.

MISIVAS DE UN RECUERDO.
 

Desde mi propia trinchera allá por La Rioja, 25 de Marzo de 1938.


Querido Adolfo,

Huí tan rápido como pude, tan veloz como el miedo me empujaba por los surcos cultivados de cereales. Entre los pedriscos tropecé, entre las balas me arrastré.

Desde el frío suelo te intuí, sobre mi desesperación pude escuchar tus besos, tu desvelo alzó mi mirada más allá de aquello que no era capaz de reconocer y una inmensa estrella amaneció sobre el llanto de una criatura escondida en el pasto. Desde el oeste la latente luz asomó las manos fuertes de un niño que se agarraba a los terrones como si fuera la piel de su madre ausente.

Que llanto Adolfo... gritaba aterrado... Y yo lloraba temerosa... Mi cuerpo postrado bajo los aullidos de las balas sin poder recoger aquella alma perdida.

El brillo de la estrella se tornó rojizo y debo decirte, aunque me llames loca, que aquella estrella lloraba por nosotros, por nuestro posible destino.

Botas tempranas rodearon nuestra desesperación y el congelador silencio se hizo. Hundí mi cara en el terreno, la figura del niño despareció tras las piernas de un soldado. Lo dispuso en la mano como si de un juguete se tratara. El juego acabó cuando aquel desgraciado ser cayó irremediablemente sobre las piedras, no brotó llanto alguno. Grité y grité desesperada, acusé y fui golpeada, arrastrada, humillada... allí dónde aquella estrella brillaba.

En este momento, escribo desde un lugar húmedo y oscuro lanzo esta carta de amargura al viento. Seguro que te envía mi dolor hasta ti. Cariño, te amo tanto que no hay dolor que apague tu llama.

Siempre mío, mi perdido marido Adolfo Arapiles. Todo mi amor.

Laura Sanlúcar.


6/4/13

Misiva 25. Nada es fácil.



MISIVAS DE UN RECUERDO.




Mi último día, 25 de Marzo de 1938.



Querida Rana,

Aunque el sol marche de nuestra vida, no se si realmente habrá estado alguna vez con nosotros calentando lo que yo creía fuera el amor más profundo, los momentos más intensos y los deseos más fervientes. Este maravilloso destino brotó en una noche bajo una leve luz que nos ocultaba y nos hicimos uno.

Tú, con tus colores, mimetizada en el caos surgiste de la profundidad del lago. Tus grandes ojos hipnotizaron mis extremos y me sostuve dentro de tu mandíbula. Era increíble. Todo mi alrededor se calmó. El momento superó la eternidad y el paraíso estaba allí, entre nosotros. Me sujetabas firme. Tu lengua sostenía mi propia vida y me desvanecí entre mis propios tejidos. Me fui evaporando mientras tus lunas aprehendían mi ser más físico. Porque devoras, porque te alimentas del otro, matas y yo muero.

Ahora estoy aquí sin cuerpo, mi interior es el que necesita alojarse en el calor de otra vida. ¿Volveré a un cuerpo parecido? ¿Volveré a ser algo extremadamente diferente? No tengo ojos, no puedo mirar en que deformidad emano del interior del lago. 

Un destello irradia mi cadáver y sobre sus inapreciables restos florece un inconstante loto, con grandes oportunidades y ciertos fracasos. Muere, germina. El fango guarda el tesoro de la oportunidad... y la oportunidad llega. Un nuevo ser asoma, ínfimo. Unos ojillos azabaches se detienen por primera vez en la superficie del lago y allí estás tú, paciente, impasible, esperando a que una nueva víctima escuche tu canción. Soy una diminuta larva informe, mi piel es viscosa y permite que mis deseos marcan mi nuevo ser. No quiero volver a caer en la tragedia. Quiero ser fuerte sin que nadie lo vea, sin que nada me ayude y me consuele. Quiero poder alcanzar la plenitud y cerrar mis ojos cada día con plena paz interior. Ver el sol limpio y toda su energía fluir sobre mis huesos y crecer con él. 

Absorbí toda la fuerza del día durante un largo tiempo y reconstruí todo aquello derrumbado una y otra vez. El agua del lago muy de mañana empezó a hervir, remolinos surgieron por toda la superficie llevándose consigo toda vida. No importa, no hace falta nada. Mi propio yo ha nacido y no puedo ver porque no tengo ojos, no siento porque ya no tengo corazón, mis sentidos se han olvidado. Pura energía brota por estos poros de roca maciza y emerjo de las profundidades y ahora brillo junto a mi padre sol.

Rana, mira sobre la copa de los árboles, observa por encima de las tormentas y cuando llegue la calma podrás ver tu estrella. Mi cuerpo es mi deseo... y brillo.



Adolfo Arapiles.

20/2/13

Misiva 24. Tus ojillos sonriendo.

  MISIVAS DE UN RECUERDO.


Linares, 30 de Diciembre de 1937

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A mi Dios,

A mi amado que siempre ha estado tan cerca de mí y que nunca me ha dejado sola. Te ruego escuches estas últimas palabras que te susurro, comprende que estoy dispuesta a que éste sea mi final. Llévame contigo o sin ti, a tu lado o al fondo del infierno donde pueda redimir esta misera existencia. Concédeme la última petición y  mantén a mi sobrina preciosa para que el señorito Manuel la dé cobijo. 

Arrodilladas estamos las dos en éste, tu templo, tu casa, tu morada. Escucha nuestras súplicas y nuestros rezos. Líbranos de esta guerra amordazada de sufrimiento. No nos queda nada, sólo tu fe. Estamos solas en este mundo, a todos te los has llevado. Ella, aún, es muy pequeña y no debe perder su efímera vida en esta tierra de verdugos.

Tita, tita, reclamaba silenciosamente tirándome de la faldilla. Desprendía de sus diminutos ojillos la incomprensión de su corta edad, únicamente tenía cuatro años. Todo lo convertía en un juego, la guerra, la miseria, este hambre que nos acompaña a todas horas para ella es una gracieta de la fortuna. ¿Por qué está colgado de la cruz ese señor? Preguntó divertida. No conseguí articular palabra. Ligeras sonrisas dibujaron nuestras caras de esperanza y entonces comprendí que mi niña era toda la vida que necesitaba y nos incorporamos inmediatamente. Nos dimos la vuelta buscando el portón que limitaba aquel vetusto edificio, abrimos nuestros brazos a la claridad del día con la reencontrada esperanza por montera. El sol colmó aquella iglesia de paz a la que espero nunca volveremos. Nuestros pasos marcharon firmes a tierras lejanas y nuestras manos sembraron el coraje suficiente para doblegar la pena.

Bendigo nuestro corazón, bendigo la alegría de mi amada Isabel, bendigo aquel momento de lucidez... No alabo aquello que no nos ofreció mas que la pena.



Margarita Marchica.

Misiva 21. El anhelo de las tierras rojas.

  MISIVAS DE UN RECUERDO

En la orilla de tus ojos, 9 de Noviembre de 1937



Querida Julia,

¿Cómo decir lo que mi piel siente? ¿Cómo expresar sensaciones de fallecimiento de los sentidos? ¿Qué soñarte mientras tu recuerdo se desvanece?

Julia vivo en el remoto islote de tu perdida, dónde mi corazón solloza mis recuerdos, dónde espera la pena de dejarte morir. Es de verdad que marchaste bajo la sombra de un olivo allá en tierras calizas de Madrid, en las ondulaciones blanquecinas próximas a la villa de Valdemoro. Aún revivo el momento aquél de nuestro apresamiento, volvíamos de labrar huertas en la vega del río Jarama, por cuatro perras machacábamos nuestras manos de llagas y dolor, por unas monedas el sol comía tu blanquecina tez, tu sonrisa, y mi inagotable amor.

Ahora sobrevivo entre tierras hermosas aunque tristes, fértiles pero hambrientas empapadas de sangre, de la sangre que derraman almas cautivas de una guerra que nos engulle en su vientre. Saludo al sol en su lecho y no cejamos en el sufrimiento de formar la verde vida que ofrezca el sustento a soldados y prisioneros hasta que el cenit solar marchita la comarca. Cientos y cientos de personas volvemos a clavar las rodillas en las hendiduras del sembrado mientras soldados, fusil en mano, contemplan con desaire la labor. 

Observo mis cadenas, atan mis muñecas al lodazal de los surcos, mis pies se limitan a enraizarse en al barro y durante días permanecemos en el mismo lugar. Sudores de sangre sostienen los brotes que nacen rojos, llenos de fresca vida, la del preso que se mantiene sobre su retoño. Un campo rojo emerge en esta zona de La Rioja, desde nuestra estrella Julia se contempla esta parte de España sangrante, sufriendo de dolor la muerte de sus hijos, entrecortando la respiración y feneciendo a cada último suspiro. 

Seguimos juntos mi amor. Mi alma hace tiempo que marchó y contigo vive. Sólo quiero dejar de sufrir y en este lánguido cuerpo muero prisionero de esta tierra sin esperanza.

Muchos camiones discurren camino arriba y abajo, en cada uno, nuevas fuerzas se unen a la cárcel en la que me encuentro y nuevos cuerpos sin vida consiguen huir al paraíso que anhelo yo.


Tu humilde servidor, Juan Angel Costa.

Misiva 23. Montes de rojo atardecer.

MISIVAS DE UN RECUERDO.

Illescas, 19 de Mayo de 1937.



Querido Padre,

Ya no me querrás cuando leas lo que debo decirte padre. No volverás a querer saber lo que los días traen a mis ojos y lo que se llevan de mi corazón.

No hace mucho que contemplé los disparos de la terrible ejecución que manchó de terror la fachada de mi alma. Unos niños armados con las balas que el Capitán Granero ordenó pintar de sangre roja de seis hermanos de estas tierras. Personas humildes bajo el yugo de esta guerra y un joven soldado disparó con el miedo en su cara.

Seguí los pasos del Capitán hacia el montículo del chaparro, nos acompañaban oficiales y el Sargento Vallejo comandando la escuadrilla. En ocasiones se juntan fuera del cuartel y planifican estrategias. Granero nunca me pide que le acompañe cuando discute con sus subordinados pero ese día me lo sugirió con tono lascivo, con una malvada sonrisa que entreabría la desgastada mordedura del diablo. Sabía donde me llevaba padre, el muy canalla se divertía.

Desde entonces no dejo de llorar, constantemente dejo mi tristeza brotar de mi alma. Desde mi ventana miro al atardecer el cerro en el que fallecieron aquellos pobres con las manos desnudas y bajo el ocaso del sol repito aquel momento de muerte bajo las ramas del viento. Todas las tardes se pude observar a un pequeño muchacho acercarse a ese monte de piedad, se arrodilla y deja caer la mirada sobre la tierra donde su madre yace.

Ayer se presentó el Capitán Granero mientras sorprendida oculté la ventana con la figura del niño bajo el chaparro. Se rió de mi esfuerzo por difuminar mi lamento, se acerco con paso lento al cristal que separa la desolación y mientras miraba acarició mi cuello tiernamente. "Se que Adolfo está cerca" me dijo con sus manos dibujando mi cuerpo. Estaba enojado y sus enrojecidos ojos se clavaban en mi traición y terminó la frase con la palabra "Muerto". No les vi la cara padre, las ejecuciones suelen ocurrir y no puedo hacer nada, les ocultan el rostro para que los verdugos no sepan si matan a su vecino, a su padre o a su madre.

La primera emoción derivo en el deseo de mi propia muerte, me olvidé de mi hijo, él no merece quedar huérfano. Vuelvo padre y llevo a alguien conmigo agarrado de la mano. Alguien que también vaga solo. Nos alejamos de esta guerra. Huiremos juntos a buscar vuestros pasos.

Laura Sanlúcar.

8/2/13

Misiva 22. Gritos rojos

MISIVAS DE UN RECUERDO.

San Martín de la Vega, 21 de Diciembre de 1937



A quién lea este grito,



Escribo desde la voz de un cautivo. Con la mano izquierda apunto entre sus cejas por si olvida su presidio. Mi mano derecha escribe las palabras que arroja la sangre de entre sus labios.

¡Perdóneme todo aquél que he herido, todo aquél que me ha llorado, aquél que  no me haya olvidado!  Sólo atendí la voz de la obligación. Nunca... nunca debí disparar el arma que mis manos sostenían y que mi alma detestaba.

No escribo todo lo que el reo grita. ¿Cómo te llamas? le pregunto. Adolfo Arapiles. ¿De dónde eres? Adolfo Arapiles. ¿Dónde se esconde tu familia? Adolfo Arapiles...

Horas de sopor, de sudor y de dolor... No sufrirás más. Hay una bala guardada para ti. Te haré un favor compañero. No gritarás más. 

Como siempre el cielo arroja sus lágrimas sobre nuestra silueta, ¡Llega tu hora! El próximo trueno será tu último suspiro. Adiós.

Tu anillo ahora es el mío, me quedo el único tesoro que esta vida te ha dejado. Ahora, tan solo te lo he guardado

Un rojizo río exhorta su piel... Un disparo ajeno me ha perforado, en este momento mi sangre busca el caudal de la suya. Un tiro en la sien me han pegado y una última palabra he clavado...

Soy yo quién dispara, yo quién os arranca la vida y ese fulgente anillo me he colocado. Marcho de aquí con mi cañón despejado.


 El último soldado en disparar.
 

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