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4/5/13

Misiva 29. El manto sobre la luna.

MISIVAS DE UN RECUERDO.
Aranjuez, 29 de Mayo de 1939.





Querida Laura,

Sueño... sueño en ti...

Cada noche alejo mis ojos de los barrotes de la realidad y lo más profundo de mi alma escapa, emigra hacia otro mundo, mi paraíso. Allí eres libre Laura. Puedes reír, eres capaz de llorar de felicidad... eres celeste, soy el sol. Todos están contigo, Adolfo, Nicolás... todo lo que te importa está a tu alrededor, abrigándote.

Navegamos por los mares de la dicha, con la destreza de Adolfo nos adentramos en el inmenso océano. La luna se enciende, es el faro de nuestro camino. Surcamos eternamente las aguas... que inmensidad. Relajada muevo mis brazos al son de la dulce brisa que eriza mi piel. El caramelo de la dicha entreabre mis labios y mi deseo visita el cuerpo moreno de aquél que gobierna las sendas por las que camino.

En la lejanía dos brillantes amanecen sobre las encrespadas olas, se aproximan raudos, cada vez más cercanos... nos atrapa nuestro destino. El rigido timón no es capaz de desviarse de la invisible ruta que nos llevará al encuentro de dos pequeñas estrellas terrenales. La mar se enbravece soplado por el viento húmedo que avisa de la tormenta. La lluvia se desata sobre nuestras cabezas, nuestras ropas desaparecen absorbidas por las gélidas aguas y permanecemos tumbados, juntos, muy juntos, con nuestro inmensos amor arropándonos. Con los ojos cerrados aceptamos el vendaval, esperamos con todos nuelstros sentidos, estamos vivos, sentimos la sangre fluir a través de nuestras unidas manos, de nuestros unidos corazones, de nuestros amorosos besos. Mis labios rojos no dejan de besar tus labios Adolfo, tu ser sobre el mío, tu boca en la mía. El laberinto de tus ojos perdiéndome en tu luz, fusionando nuestra piel y descarnando nuestro espiritu, mi amor. La luna llora sobre nosotros cuando nuestra felicidad cubre el cielo. Tus caricias suben por mi pequeña existencia. No quiero abrir mis ojos, no quiero que se esfume cada beso que te doy, cada palabra que te digo,  no quiero olvidar tu voz cuando atraviesa mis oidos.

Dos retinas sobre nosotros se apagan mientras una enorme ballena desgarra la embarcación y se alimenta de nuestra infinita dicha. Caemos sobre la cascada de color del interior del animal. Volamos sobre las tinieblas abrazados, fusionados, con el miedo de cuál será nuestro próximo momento. Existirá un instante de paz en las fauces de la bestia... de la próxima realidad.

¡Laura! ¡Levantese! Es su hora, ha llegado el día de la justicia, ya no espere más señora. En pie me acerqué por última vez a la diminuta ventana que coronaba mi celda y allí volaba una colorida mariposa, si, ahuyentada por mis manos, empujada por el manto de mi amor. Mi último beso para todos vosotros que me queréis. No olvidéis a vuestra hija, vuestra amante, vuestra madre.

¡Salga por favor!

Tenga mis muñecas, Capitán, desnudas se entregan al destino que usted me impone. Comete una injusticia, soy inocente de todo cargo y culpable de anhelar a mi amado que ustedes me han arrebatado.

Ruego envíe esta carta a mi padre y a mi hijo. No saben de mí hace tanto tiempo. Le imploro que su generosidad formalice mi último deseo.

Padre, hijo mío... intenté encontrar a Adolfo, ahora si siento que ya no está entre nosotros, no siento su latido, no siento su mirada cada noche. El fracaso ha podido con nosotros, hemos perdido esta maldita guerra pero no olvidéis estas tierras de sangre. Seguir luchando, siempre estaremos con vosotros. La luna se despide...


Laura Sanlúcar.

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