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12/12/12

Misiva 20. Terrenales.


Comarca de La Rioja, 24 de Octubre de 1937



Querida Elena,

 Alma mía cómo añoro tus olores. Cierro los párpados levemente con tu rostro entre mis besos y con este olor a rosquillas recién hechas.

No sé que hago tirado en esta hamaca fría, en este extraño lugar que contemplé a mi llegada vacío de razón.

Sólo levanto la mirada y vislumbro el cielo bajo la techumbre, la estelar luminosidad eleva el vulgar cobijo que comparto con tres almas desconocidas y misericordiosas que mantienen el aire que inunda mis pulmones y me permiten decirte estas mínimas palabras que te dedico.

        "Miro mis manos profundizando en la arcilla que da vida a esta tierra, me arrodillo y sumerjo mi rostro en el vergel y pierdo mi destino en el lodazal. No soporto más esta guerra, ni la sangre colorear las ínfimas vidas, ni el dolor asomar por rostros olvidados."

        "Siento un punzante dolor en el pecho, agudo, siniestro y vergonzoso que me aleja de ti. Continúo cerrando estos ojos que no quieren volver a mirar el horizonte de muerte que ahora nos reina. Albergo el fino dolor  en el corazón y mi respiración suavemente se diluye. Me ahogo. Amor, me ahogo en mi llanto."

        "Dejo abrir mis pupilas a la realidad y la cara de mi asesino mantiene con garra su bayoneta clavada en mi esternón. No le odio, gracias a él me abandono, gracias a él no sé si este momento existe o nunca habrá existido en el terror del pánico".



Alberto Nadal. Último suspiro.
  

22/10/12

Misiva 19. Saboreando rosquillas en la penumbra.

MISIVAS DE UN RECUERDO.

Comarca de La Rioja, 22 de Octubre de 1937



Querido Padre,

He soñado la esperanza porque mis ojos ya no consuelan mis pasos. La tristeza me come las entrañas. Deseo imaginar que estáis bien, ya hace tanto que no sé de vosotros. No pasa un sólo día sin echar de menos vuestro cariño y, sobretodo, los besos de mi pequeño Nicolás son la que más deseo cada día


Siento no poder daros buenas noticias sobre esta tierra que nos mata de odio.
No consigo localizar a Adolfo y no me queda más que continuar su búsqueda. Tengo pocas pistas en este momento y la desolación impera mis anhelos.

Partí perseguida y acusada de incitación a la deserción, muchachos demasiado jóvenes para morir siguieron mi camino. Hablo de libertad, divulgo mi locura de igualdad del mayor con el pequeño, no hay vestimenta que realce el carácter, no hay hegemonía que no disfrute con la tiranía. Los soldados no saben porque luchan contra sus propios hermanos y no entienden sólo combaten por un misero rancho que les hace esclavos. 


Todo el mundo está con el histerismo como visión y el país se ha convertido en una locura. El miedo cierra las bocas que aún pueblan las moribundas tierras. Creo que lo único que puedo hacer es llegar a Francia. Lo último que conozco de mi marido es la posibilidad de qué haya podido conseguir pasar los Pirineos.

He llegado a una aldea con nombre peculiar dónde podré descansar, cuando escuché "Baños de Río Tobía" me sentí cómoda, cómo en casa, y no pude más que detener mi ruta. Llegué a una puerta de madera desvencijada y coronada por tejas destartaladas , apenas sujetada por cuatro tornillos oxidados. A mi llamada contestó el ruido estridente de las bisagras acompañadas por una pequeña mano embadurnada de harina. Una chiquilla salió a presentarse muy educadamente. Me llamo Carmen ¿Quién eres? ¿Quieres una rosquilla? Y partió hacia la oscuridad de la casa con alaridos que nombraban a su abuela. Pasé cuidadosamente agachando la cabeza para evitar la chaparra techumbre. Pude adivinar a la niña junta a una anciana tras la mesa que gobernaba el cobertizo, recubierta de harina y rebosante de exquisitos olores. Una voz masculina se hizo notar enseguida desde un rincón próximo a la chimenea que calentaba el ambiente frío de otoño. La gélida humedad del río se colaba correosa bajo el portón abrazando mis tobillos, imaginaba la cara de Adolfo besándome de nuevo, volcando su amorosa pasión sobre mis desnudos hombros. Al escuchar la voz apagada se iluminaron mis deseos y la luz de Adolfo completó mi memoria. Cerré mis ojos compungidos y el silencio me inundó.


Me llamo Laura y necesito un pequeño sustento, llevo días andando y estoy agotada, les suplico algo de ayuda y seguiré adelante. No he visto alma alguna a la que mentar y he visto el humo de su fogón. Aquí me permito pedirles una hogaza o un pequeño rincón donde solventar la penumbra de la noche que se avecina. La voz de la mujer salió al paso decidida. Adelante, siéntese y le ofreceremos lo poco que disponemos en nuestro consuelo, únicamente la harina que los combatientes olvidaron y la chasca que calienta para alguno más, no pierda tiempo y descanse de su viaje.

La voz ruda produjo un gruñido desde una hamaca en la cual su propietario yacía. ¿Cómo se atreve a transitar por estos campos? Lo único que podría encontrar es un disparo por algún Civil airado. No sabe que estamos solos en esta villa. No conoce la huida del mayor de los habitantes de este pueblo y los que no han podido yacen como simiente en el profundo río que congela estas tierras. El mutismo dejó freir las rosquillas que con ardientes borboteos aleteaban en círculos hasta que la experimentada mano sacó un puñado y los dispuso sobre una deformada cacerola. Mire señora, dijo la vetusta mujer, no lo tome a mal pero si usted nos ve aquí es porque un tullido, una niña un pelín corta y alguien como yo, pasada de años, no son amenaza a esta España que duerme y despierta con el ruido de las balas y los cañonazos. La voz temblorosa continuó describiendo los sucesos acaecidos no hacía más de pocas semanas. Según hablaba una sonrisa espasmódica provocaba el salto de las raídas coletas de la pequeña mientras continuaba viendo la muerte de los habitantes de este pueblo con mis propios ojos.

Nos iban llamando por las calles, a gritos, con las armas colgadas y fustas en la mano. Sólo el general llevaba una pistola en la mano cubierta por un guante negro. Era el que ordenaba las aniquilaciones y se dejaba la garganta chillando a sus numerosos fusileros. Carmen le acompañaba en sus diatribas, sonreía la dulce Carmen mordisqueando rosquillas a dos carrillos... Fueron amedrentando a los pocos vecinos que aún sobrevivían a los fogonazos. Agruparon al resto de paisanos bajo los chopos, en la ribera, temblando de horror y distinguiendo cuerpos conocidos inertes sollozando. Mostraron la bandera Nacional y el señor cura se introdujo en la frías aguas temblando de miedo. Nos bautizaron a todos los que permanecíamos sombríos para a continuación jugar con nuestro terror. Jugaban al pilla-pilla y el que perdía un tiro certero le arrojaba a los sangrientos matorrales. A la Tere se la llevaron en el furgón del General y otros pocos muchachos los subieron al camión de los soldados gritando el Ave María.

¿Cómo continuar con mi viaje? Llevó varios días aquí y no puedo abandonar estas pobre almas. No sé que hacer. Ruego porque el destino me ampare.

Muchos Besos.





Laura Sanlúcar.

2/9/12

Misiva 18. Estrellas de colores.



MISIVAS DE UN RECUERDO.


                                              Campillo del Río, 8 de Julio de 1937.    




Querida Madre,

Veo por ojos ajenos, pues los míos volaron con zambullidos de metralla. Respiro por alientos extraños, ya el mío, casi desvanecido, suspira por tu perdón. Amo la tierra que nos vio nacer a ti y a mí, madre. Lloro por no volver a sentir en mi piel el rubor de la dulzura de tus besos. Te anhelo madre.

Tumbado permanezco recorriendo vidas enteras que fluyen por mis pensamientos, imágenes que discurren volando unas tras otras sin detener el vacío que me gustaría conseguir alcanzar. Hablo y hablo de tierras lejanas que la gente de aquí no ha conseguido adivinar. La familia Téllez me cuida bien, vivo con ellos ya para dos meses, la guerra me ha traído a su puerta y su corazón me ha acogido sin preguntas, ni bandos, ni intenciones, sólo desean escuchar leyendas sobre paraísos remotos que iluminen los tristes días que sobrellevan. Nos hallamos en una aldea que persiste alejada del mundo, denominada  como "el llano", tierra dura de labor que curte a hombres y florecen recias mujeres. Hasta los más pequeños disparan bolas de algodón los breves momentos que no son azuzados para la labor.

Cada atardecer vuelvo al pórtico, siento el silencio aún manifestando los múltiples latidos que aguardan mis palabras. Necesitan mis enseñanzas, necesitan sus esperanzas. No puedo alejarme de ellos. Disfruto las horas que escuchan mi verbo. Vuelvo a sentirme completo a pesar de derramar mis piernas en esta guerra, mis ojos y mi corazón.

Una vez la noche se presenta las carnes y el descanso se cierne sobre la necesidad de los presentes y sobrevivo con el cariño que me procesan. Mis labios son marcados por desinteresados rostros que en una fila interminable besan lo más profundo de mi ser. Se acercan con extremo cuidado, sus manos se detienen en mis hombros y con suavidad acercan su respiración a mí. Brotan estrellas a cada paso, colores llenan mi voz agradeciendo la bondad humana, en tantas ocasiones perdida. Uno de esos besos es el que me para el corazón madre. Uno de esos ocultos labios sella mi amor. He intentado que me hable cada vez que encuentro ese sabor en mi boca pero ríe. Sonríe en mis oídos por noches enteras. A cada estrella fugaz ruego aflore su nombre. Amo esa textura, amo su sonrisa, amo su húmedo deseo.

He mantenido oculto un obsequio que vale un mundo, tu destino, madre. Te proveerá certeza cuando ya nadie la poseé. No te preguntes cómo apareció en mis manos, fue un presente de una desesperada mujer y las verdaderas manos que deben disponer son las tuyas. Ya has sufrido bastante en este vida. Te mereces el único regalo que debo hacerte. Te permitirá escapar de esta tierra de amargura.



Gabriel  Marchica.


5/6/12

Misiva 17. Alicia.



MISIVAS DE UN RECUERDO.


                                                                                   Cuenca, 30 de Junio de 1937.    

Estimada Alicia,

Llegamos a la Santa Iglesia de San Pedro donde teníamos la misión nombrada cariño, aquella que despegó mis labios de los tuyos, aquella que me separó de ti. Acompañado por el padre Mateo encontré al padre Berto desolado en un rincón de la habitación de la mujer, de Laura Sanlúcar, escondía ropa interior en la palma de su mano. Manos sangrantes de dolor divino que le conferían la maldad de su ser.

Procedimos como siempre, entre los dos encadenamos a la mujer y en la pared opuesta al enfermo padre Berto. Gritaban y gritaban mientras curiosos rezumaban tras la puerta de la habitación. Alguno de los hermanos solicitaba clemencia como un sollozo lejano, la sentencia estaba dictada y no se contemplaba el perdón.

Las herramientas dispuestas en el suelo, nuestro corazón en un puño, no deja de ser una tarea difícil para mi. Alicia no pienses que el mal me llevó, siempre cumplo ordenes aunque odie su ejecución. Sólo me faltaba perder la vida o perderte a ti mi amor. Lo hago por nosotros en poco tiempo podremos alejarnos de esta maldita guerra y reconduciremos los senderos del señor.

Mateo comenzó cortando el pelo a los reos, dio de beber vino a borbotones, siempre es más fácil, borrachos se resisten menos. Al padre le dejó desnudo, le dejamos desnudo. Con un pequeño bisturí inició un dibujo en el pecho del hermano Berto, su sangre se derramó rápida. Los cortes continuaron dividiendo su piel en finas láminas. Creo que el padre Mateo lleva estos asuntos demasiado lejos.

Es necesario continuar arrancando la vida, sigue con la señora que Berto está dispuesto para pasar a otra vida. Me lo llevo, le entarraré vivo para que sirva de escarmiento a todos, le dejaré que muera aprisionado por la tierra que le vio nacer. Gritó a los que aguardaban tras la puerta de la habitación y se llevó el sanguinolento cuerpo hacia el patio de la Sacristía. No pude realizar el trabajo que me ordenaron, pensé que salida podía tener ante aquel dilema. Aproveché el abandonó de los padres que salieron en bandada para poder contemplar la matanza de Berto y saqué a Laura, así se hizo llamar, en dirección a la capilla.

No encontraba una huida fácil y localicé una de las losas bajo el confesionario con muchas oquedades. Aquella piedra enorme cedió y como esperaba el suelo se mostraba grandioso. Accedí a una cripta no demasiado grande, llevaba el cuerpo de la mujer borracha sobre mí y con mucho esfuerzo nos metimos dentro. Mover la losa fue duro pero nadie nos vio huir. A los pocos minutos alaridos alertaron al hermano Mateo y las blasfemias inundaron el Santo lugar. Mientras tanto respiramos con dificultad sobre un gran lecho de huesos. Montañas de cuerpos ancestrales dormían bajo los pies de los clérigos que buscaban a una hermosa mujer y un joven pastor.

Durante días aguantamos en nuestra fosa, Laura me contó muchos detalles de cómo la guerra no tiene bando bueno y de cómo los abusos de unos y otros la han llevado a guarecerse en una capilla sin tela que tapar sus vergüenzas.

Un día muy de mañana, cuando percibí los primeros coloridos rayos de sol entrar por las diminutas rendijas que el suelo poblaban, me decidí a salir de nuestro escondite. Justo al emerger sobre el suelo los diminutos ojos de un mocoso se detuvieron sobre mí. El lampillo recorría la nave hurtando cualquier bien que mereciera la pena. Nos acompañó sin decir palabra y por unas monedas se ha prestado a enviarte esta carta en mano. Cuídale bien su trabajo le ha llevado es un buen trabajador, sólo necesita un poco de atención.

Nuestro secreto amor debe seguir siéndolo ya lo he abandonado todo y no tiene sentido falsear más mi libertad. Te quiero y ya te diré donde me podrás encontrar.

Siempre tuyo.

Lucas de Manuel.




Misiva 16. Redención.



MISIVAS DE UN RECUERDO.


                                                                                   Cuenca, 22 de Junio de 1937. 

Estimado Alférez Nadal,

He recibido un mensaje de un maltrecho pecador, ha perdido la razón en un momento en el que debería dar el ejemplo que la nación requiere. Estoy camino de la Iglesia de San Pedro que sita justo en lo más alto de la ciudad de Cuenca. Llevo conmigo a Lucas de Manuel como consejero de leyes y acciones. No os preocupéis, estaré a la altura y erradicaré la corriente libertina que tan peligrosa es en los tiempos que corren.

Manteneros alerta con una pequeña escuadra, ya conocéis las intenciones de las milicias que esos montes guardan. Se pueden presentar en cualquier momento, son antropófagos regidos por el propio demonio y el mal alienta sus almas. Alférez dirija un los soldados cerca del río, acampen allí. Durante el día necesitaré la guardia habitual para impartir doctrina por la ciudad agnóstica que nos confiere, mucha sangre roja debo derramar por nuestro Señor Jesucristo el Salvador. No podemos pecar de ingenuos con los caminos del Diablo.

Comenzaré por mi querido amigo Berto que ha perdido la cordura por una fulana que se ha entregado en la casa de Dios a la lujuria. Acabaré con la semilla y continuaremos Santa batalla juntos querido Nadal.


Mateo Carranque.




Misiva 15. Confesión desnuda.


MISIVAS DE UN RECUERDO.



                                                                                           Cuenca, 18 de Junio de 1937.    



Estimado Mateo,

No se empezar este escrito sin la vergüenza perdida, ya no soy el Berto de siempre, lo dejaré todo.

En pocos días he derramado las lágrimas que la oración y el trabajo interior ha consolado. Te cuento lo ocurrido en el interior del templo de Dios, ante sus ojos y dentro de los muros que llevan años albergando las almas puras de mis hermanos.

Entré por el gran pasillo que lleva ante la figura crucificada de Cristo. Ilumina la cromática cristalera en lo alto de la pared que observa el Sur. Era una noche agradable y como realizaba cada fin de día verifique la capilla, apagando velas, colocando lo poquito que la voluntad humana descarría en sus rezos. Algo mantuvo mi mirada hacia el confesionario, no veía nada pero sentía un impulso vibrar en su interior. Escuchaba un dolor temeroso y silencioso apenas perceptible por los oídos y sí por el corazón. La angustia brotaba del cuerpo de una mujer que desnuda se mantenía sentada en la butaca donde siempre el padre Pérez gustaba trabajar las confidencias.

No temas hermana, no temas hija del Señor. Soy Berto. Cuido de esta humilde parroquia donde te encuentras. Necesitas un bocado, justo cenaremos en breve hermanos, algún chiquillo que colabora con nosotros y yo mismo.

Perdóname Dios esta ofensa que hago a la Santa Divinidad, nunca contemplé cuerpo tan extraordinario, la naturaleza hizo bien traer a este alborotado mundo terrenal tal hermosura. Un aura limpia y estelar rodea su cuerpo. Debe ser un ángel caído para tentar mi fe mortal. Tiene la tez sonrosada, los labios rojos, nerviosa y agotada se muestra. Mi obligación sería socorrer al desvalido y no mojar mis más interiores telas en las que mi alma nunca pensó. No tengo fuerza para limitar mis actos y no dejar mi piel rozar su contorno límpido y florecido.

¿Bella mujer que ha pasado? Alguien os quiere hacer mal. Acompañarme y os resguardaré de este maltrecho estado que poseéis. Deme la mano señora mía. No vi en el mundo ojos más brillantes, no contemplo más claridad que en los espejos que decoran su cara. Dios guárdate de mí. La sangre arrastra mis rápidas en el interior de mis venas. La dilatación de mi culpa quema mi entrepierna...

Llegó al momento el padre Castañares, sujetó mi hombro con la palma de su mano firme. Berto retírate dijo, creo que es hora de ocultar la esencia de esta mujer y volver a la oración.  Me dejó perplejo y ofuscado, mudo ante la ocultación de aquel cuerpo tan perfecto de mi corazón. ¡Padre! Rogué. Lloré profundamente y en mudo dolor. Se la llevó bajo una manta de hebra y desapreció hacia los tibios aposentos.

Solicito Mateo me ayudes a trasladar este cuerpo pecador a otro lugar de castigo, no merezco mi hábito y no se que hacer, ayúdame.


Berto Gándalo.

24/5/12

Misiva 14. Por siempre creo en mis pasos.


MISIVAS DE UN RECUERDO.



                                                                                  Aranjuez, 21 de Mayo de 1937.    

Querido Padre,

Desisto, muero en manos de la incomprensión que somete mi alma al desahucio. Salí de Illescas con muchachos oprimidos por ser mano firme para los Nacionales, ahora yacen muchos de ellos en los senderos cálidos de esta primavera de sangre que vivimos en esta patria. Debo huir, me buscan todos, unos por perdida, otros por hallada. 

Adolfo no aparece padre, no soy capaz de localizarle. Obtuve una pista de detenidos en tantas escaramuzas que nadie sabe ni a quién se apresa. Hay cuerpos vivos entre los corrales de los cuarteles a los que no se atiende, apenas gimen por temor a ser recordados con una bala entre las cejas. Otros son colgados y torturados por algún excelso suboficial que cree haber averiguado una estrategia para la victoria.

Es desolador, nadie habla, nadie sonríe. Es un teatro de muerte lo que me encuentro por todas las villas que atravieso camino a ninguna parte. Tengo la sensación de perder el rumbo y lo único que queda es intentar ir al Norte. Siempre creo en mis pasos y mi intuición dirige mi camino rumbo a la sombra de mi marido que espero hallar tarde o temprano.

¿Cómo está mi pequeño Nicolás? Ya no recordará a sus padres. Lloro cada noche desde que me separé de él y ruego por vuestro bien. Siento tener desterrado mi cariño para él. Os quiero tanto que mi vida aguanta por el anhelo de la vuelta, del reencuentro que seguro llegará, del amor que os proceso, de la libertad que disfrutaremos. Os amo.

Laura Sanlúcar.




Misiva 13. Cántaro de licor.



MISIVAS DE UN RECUERDO.

                                                                                 Aranjuez, 18 de Mayo de 1937.     



Amigos libertarios,

En el día de hoy desertores llenan nuestros campos, alimañas se alimentan de nuestra humildad, no dejéis pisar vuestra hombría. Son decenas de cobardes de los que no podemos fiar, ser cautos, prever sus movimientos. Muestran como líder una mujer encarnada de venganza, Laura la hacen llamar, en busca de marido está. No escuchéis palabras vanas como cantos de sirena, nos aniquilaran si bajamos la guardia.

Todo el que cuente  con algún, atrás olvidado vecino o hermano entre las filas de la Nación, que reniegue. Sí, renegar es la opción que la camaradería otorga como solución. No debemos alentar la insurrección de los cobardes. No os fiéis.

Quiero aconsejaros el común de los hechos que vamos a interpretar en estas ásperas llanuras, los chicos de Marco a la sentada del olivo, mirando hacia Sur. Gabriel con su consorte hasta Seseña vigilando el paso raudo desde Esquivias. Además, el resto zapatear las calles de Aranjuez y apostar algún buen compañero hacia los caminos yermos de Chinchón.

Si soldado desviado es apresado no andéis con chapuzas espontáneas y volar la poca sesera que manejan seres tan mezquinos. Yo pasaré cuentas en cada puesto y no será admitida la alegría del llegar nocturno, al que se espante de su obligación perderá más que la cabeza las ganas de privar cántaro de licor con los muñones que mi espada oxidada dejará.
serán pocos días de asedio sobre este monte, no tardará mucho en llegar la nota de continúa hacia el marco de la victoria. Mañana, como buen pago, buena mandanga aparecerá en nuestras mesas para decoro de tantos trabajados estómagos.

La batalla será ganada, como no puede ser de otro modo, por el gran poder de la libertad Republicana.

Gracias a todos y suerte.


Teniente Gómez Parra.

17/5/12

Misiva 12. La bala en la mano.



MISIVAS DE UN RECUERDO.



                                                                                   Illescas, 15 de Mayo de 1937.     


Att. Alférez Sipos,

Perdóname compañero por no avisarte de otro modo de lo que ha ocurrido. Una parte de esta carta es para mi pobre mujer, ayúdala y dile de tu propia palabra lo que en ésta escribo.

No es posible tanto dolor en lo más profundo de mi existencia, cómo hemos podido fallar en la excelentísima azaña que nos otorgó nuestro estado. Luchamos entre hermanos y ahora para nada. El acuartelamiento está moribundo, han huído la mayoría de nuestros soldados alentados por una mujer, Laura Sanlúcar. Una sola persona ha podido con la voluntad de  nuestros soldados. No puedo entender como lo hemos hecho tan mal, hemos creído que nuestras ordenes bastaban y su coraje sobraba. Han quedado en la guardia algunos oficiales y pocos aislados soldados que por miedo no han secundado la estampida.

No estoy dispuesto a soportar tal vergüenza. Requiero la ayuda de nuestro ejército para apresar y castigar a quienes han olvidado su hombría tras una falda. He perdido la fe en nuestro señor que me ha abandonado, por lo tanto la única obra que me queda es la propia culpa tras mi propia bala, acabará conmigo según redacte este manuscrito de dolor y olvido.

Amada Emi, ya no te volveré a ver, no volveremos a soñar amándonos, no conseguiremos alcanzar la luna con la yema de los dedos mientras el brillo de nuestro lecho ilumina nuestro amor. Te amo, cuánto te amo. No sabes lo que mi deseo te necesita y no conoces lo que sufro al dejarte en esta cruel existencia. No temas por mí, no puedo vivir con la carga del fracaso sobre mis espaldas, pero te amo tanto que me duele soñar sin ti. Tus rizos, tus besos, tus amores... Dios por qué no me has dado luz.

Tengo una bala en mis manos que en breve se alojará en mi cráneo, ruego perdón a todo el amigo y el enemigo de los que no soy digno. Arriba España y nuestro señor.

Perdóname Emi.

Sargento  Antolín Vallejo.

13/5/12

Misiva 11. Frutos de años de amor.


MISIVAS DE UN RECUERDO.



                                                                                   Illescas, 14 de Mayo de 1937.     




Respetado Sargento,

Yo sé bien cómo son los actos malvados de un ser con el que me he obligado a compartir lecho en estos últimos tiempos. Sé que no me respeta, soy digna de la libertad de mis emociones y de los objetivos de mi vida. Todo ha tenido su indeleble marca de la inquietud de búsqueda de un amor que entró dentro de mi ser bien pequeña y hasta el día de hoy se mantiene muy vivo. Crecimos juntos ante la dureza de la vida, siempre contentos porque nos teníamos bien firmes, juntos, siempre amantes. Y ahora ustedes me lo han robado. Tienen a mi marido preso y lo encontraré.

Fruto de años inmensos de amor llegó nuestro hijo Nicolás, le tengo muy lejos. Mis padres y los de mi marido cuidan de él en tierras muy lejanas y seguro que crecerá bien, sin padres pero seguro. Le veré hecho un hombre el día que podamos reunirnos todos de nuevo, cuando por fin encuentre a su padre.

No se preocupe más por el Capitán Granero. Es usted un cobarde Sargento. Ha tenido muchas jornadas para decir y no callar. Y ahora me redacta una misiva que sortea mi mirada lanzándola bajo la puerta. He recogido su nota con las manos llenas de sangre, los ojos sin vida de mi anciano captor miraban al azul del cielo mientras mi baúl se repleta de voluntad.

El cabo Polo está liberado, no se preocupe por él, está bien. Es un joven admirable y yo misma, mientras usted descansa, he reventado el ínfimo cerrojo que le privaba. Me está tan agradecido que ahora mismo partimos de Illescas, sí, me ayudará en la empresa de localizar a la parte de mí que no tengo. Comprende que no seré nunca suya, me ha confesado que está enamorado de ésta que le escribe, me socorrerá en este incierto camino a pesar de no ser correspondido. Se siente muy dolido al sufrir la ira de su propio destacamento, el cuál ha defendido siempre con todo su corazón y que le ha torturado por mirar a una mujer a la que sus vidriosos ojos no pueden escapar. Una mirada no autorizada por parte de un decrépito oficial que la maldad le surge sin esfuerzo.

Le he solventado varios problemas a la vez, no dirá que no pienso en usted. Además conozca que muchos de los soldados que usted gobierna no comparten los motivos de esta desdicha, han visto morir a los que no hace demasiado eran sus propios vecinos. Cómo pueden matar a quién te vio nacer, cómo se puede disparar a quién ruega clemencia. Niños, mujeres y hombres asesinados y olvidados bajo las tierras de odio de ésto que ya no es un país, si no el infierno.


Laura Sanlúcar.

Misiva 10. Atando cabos.


MISIVAS DE UN RECUERDO.


                                                                                   Illescas, 13 de Mayo de 1937.  

Admirada Señora,

No está demás dirigirle algunas palabras para se mantenga al día de los hechos que ocurren en el acuartelamiento de Illescas en el que usted no debiera alojarse. Si puedo ayudarle en su objetivo con el Capitán Granero sabe que mi sala está cerca de la suya. Mi respeto a mi superior me impide tomar obra en su expulsión de nuestro destacamento por intrusa. Sé que nunca me escucharía ese viejo amigo que con los años ha perdido la perspectiva de la realidad en esta batalla.

Estoy muy cansado de apreciar desvaríos y castigos infundados hacia mi tropa. Tengo a uno de mis mejores hombres bajo arresto en el calabozo más inhóspito y acuoso de ésta nuestra casa cuartel. Sufre por el atrevimiento de acercarse a usted con una sonrisa en la cara y una flor en la mano. Siempre ha sido muy tunante aunque es la mejor persona que puede  tener un sargento bajo su mando. Ahora yace en un agujero oscuro donde apenas la luz se infiltra por una rendija y no puedo hacer nada por liberarle, Granero nunca me lo permitiría.

Le escribo para considere una palabra suya en favor del cabo Polo y podemos derogar la condena a la que esta sometido. Además le ruego tape sus gloriosos encantos, somos hombres en los que la patria confía su seguridad y no podemos distraer el objetivo que nos encomienda el país, por el bien de todos nosotros.


Gracias anticipadas por la atención que seguro me obsequiará y conseguiremos entre los dos que el cabo vuelve a realizar sus tareas junto a sus compañeros de batería.

Sargento Antolín Vallejo.

10/5/12

Misiva 9. El olivo olvidado.



MISIVAS DE UN RECUERDO.


                                                                               Esquivias, 9 de Mayo de 1997.     


Amado Nicolás,


Sabes bien mi gusto por caminar, conoces bien que me complace ver el sol marchar. Ayer vi un nuevo ocaso cerca de la villa de Yeles, fui hacia aquel camino que nos acercaba a Esquivias jugando con nuestras manos, marchando un tanto más lejos que de costumbre. Me colé en una de las fincas que usa del arte de la caza, son tierras de perdices y conejos. Me adentré paseando mientras escuchaba esa canción que bajo la ducha bailábamos, con el agua que purificaba nuestros cuerpos. Nos manteníamos unidos como cadenas inmateriales que se fundían en un único ser. ¿Recuerdas? Yo era tú. Tú eras yo. Cruce el camino con aquella sintonía y ,entretanto, un perro de patas doradas detenía su marcha para observarme. Su lengua alertaba fatiga. Tranquilo mantuvo su mirada sobre mí. No me asusté, reflejaba docilidad. Tenía el lomo negro y los ojos enclaustrados en pelo pardo que se mantenían firmes. Ladró una vez y una manada de canes de todo tamaño y raza cruzaron sin ocuparse de mi presencia. El pastor alemán inició la marcha una vez hubo pasado el grupo olisqueando el camino. Una vez se alejaron sobre los montículos de tierra seca continué apacible en busca del adiós solar.

Gustosa de sentir la tierra me descalcé cerca de un olvidado olivo que permanece en el sueño de la modernidad, anhelando algún jardín que aún se mantiene sin él. Me apoyé, para descalzarme, sobre su rugoso tronco, cerré mis párpados y pude oír una débil voz de la que no pude extraer su semántica y giré la cabeza sobre una flor amarilla, solitaria, entre follaje seco. Me acerqué descalza, me arrodillé ante esa belleza natural sintiendo sus pétalos en las yemas de mis dedos. ¿Qué haces tan sola? Y contestó mostrando un gran agujeró en la tierra escarbada. Infinidad de patas continuaban marcadas formando surcos y, entre ellos, huesos desnudos formaban un abrazo mortal. Clavé con fuerza mis manos en la arena, no podía creer lo que estaba contemplando... Alcé la mirada un poco revisando los pequeños cúmulos de sílice, no podía creer aquéllo que el paisaje y el trabajo canino publicaban. Otra fosa con destartalados esqueletos amontonados sobre pequeños restos casi putrefactos. Giraba el rostro en cualquier dirección y apareció lo que fuera un cementerio olvidado acorralando al ancestral olivo que está junto a mi.

Quiero que te pongas en marcha lo más pronto posible. Necesito que estés conmigo y yo contigo, temo que aquella historia familiar que me contaste poco antes de casarnos finalice en una realidad esperada y dolorosa. Él puede estar aquí. Siento que tu padre está aquí.

Lloro como nunca lo he hecho antes mi amor, creo que tengo la mano descarnada de Adolfo Arapiles entre mis dedos y su mirada cavernosa ruega perdón. Su cabeza marca el golpe que Alvarito de chico le provocó en las guerrillas de chico y bajo su esternón nace una preciosa flor ambarina que da color a todo este yermo sendero de muerte.


Te aguardo.

Marina  de Esteban. 

16/4/12

Misiva 8. La Cobardía de los Oficiales.


MISIVAS DE UN RECUERDO.

Esquivias, 9 de Mayo de 1937.


Amado padre,

Quise corresponder su temor y me aliste en el ejército de otros, de un grupo de cobardes protegidos tras la bandera nacional. Quise atender su ruego y me instruí en las mieles de la batalla. Aprendí a disparar, a usar la bayoneta, a sufrir. Me duele mucho el peso de mi arma cruzada en mi espalda, donde siempre porte libros. Creo haber comprendido que el horror no es solución de ningún rencor pasado o futuro. Por usted llegué a tierras extrañas donde la marchita sangre riega la labranza y la pena habla por sí sola.

Hace algunos días nos despertaron muy de mañana, aún el sol descansaba tras la llanura y la luna permanecía vigilante a lo que aconteció minutos más tarde. Salimos al patio dos de los muchachos con los que comparto cuartel y tu hijo. Los tres caminamos con la camisa apenas marcada bajo el cinturón. Los gritos del sargento empujaban nuestros pasos en el fresco de la neblina. Seis rostros encapuchados aguardaban. Personas como nosotros padre. El miedo apagó sus oraciones e hizo brotar su lastimoso llanto. Estaban preparados para su destino, los ojos cegados y ningún reproche a sus verdugos. Si padre ahora soy verdugo. Después de aquel momento estoy manchado de muerte, mis manos capturan vidas tan inocentes como la mía.

Los oficiales contemplaban aquel espectáculo entre chismorreos y alguna copita de orujo. Nos sonreían y amparaban. No tuvimos escapatoria para hacer lo que hicimos. Aquí no hay piedad para los cobardes, la autoridad así lo decide y te cortan el gaznate por no solventar el santo mandato, o te lanzan a tierras enemigas con la cruz sangrienta en el pecho para que las partidas no fallen el tiro. La guerra es suya, es de los que nunca disparan un solo tiro. 

El capitán Granero, ese anciano decrépito, disfruta de la compañía de una hermosa señora. Allí sentado, bajo las parras de los soportales, preside el horror de nuestras armas disparando sobre tres hombres, dos mujeres y un chico de no más de catorce años. Su delito vivir en algún lugar equivocado y no tener más que las manos para trabajar, como nosotros padre. Somos hermanos y les hemos matado. No merezco más que ellos.

La orden llegó sobre nuestros oídos. Ejecutamos el deseo de la oficialía y aplaudieron el acto asesino. No murieron todos, disparamos repetidas ocasiones y resistieron inhalando vida. El alférez Fernández agarró mi camisa por el cuello y me llevó en volandas hasta aquel muchacho que resistía la suerte de los tiros mirándome a los ojos. ¡Mátale! Gritaban todos como un coro de horror  mientras mis pies alcanzaban la cabeza del moribundo. ¡Mátale! Un tiro seco iluminó aquella cara como estrella fugaz que despide su camino. La pólvora inundó mis dedos y no solté el gatillo.

Cavamos su tumba en un montículo cercano a nuestro cuartel. Allí yacen muchas almas perdidas. Cogimos el carro de la muerte, así le llaman, un armazón podrido tintado de marchita sangre. Uno a uno trasladamos los cuerpos y con nuestras manos cavamos su sepultura. Cuando el penoso trabajo finalizó el Capitán Granero estrecho nuestras manos celebrando aquella maldita victoria para a continuación besar aquella mujer tan bella. Mientras el beso crispaba aquel instante tenebroso ella me miró y derramó una leve lágrima sobre su erizada piel.

Cada noche los recuerdos amanecen conmigo. Arrebaté aquellas vidas culpables del simple hecho de vivir en esta tierra. No resisto padre, soy otra víctima de la guerra y ya he muerto en vida. Perdóname.



Soldado Javier Carrasco Méndez.

10/4/12

Misiva 7. Volveré.


MISIVAS DE UN RECUERDO.

La Sagra, un día de 1937.


Amada mía,


Me dan un trozo de papel vacío que rellenar. ¿Qué decirte? Te amo.

Los cañones me vigilan y el olor a amarga muerte se introduce lento y constante a mis remotas profundidades. Mis ojos olvidan ver y mis oídos ya no quieren escuchar. Me voy con el frío en la sangre, con el dolor por sentimiento.

No calles mi muerte, no calles mi vida. Tu música me acompaña en estos tristes instantes, bailo contigo estos inacabados pasos con mis manos en tu cintura como antes, como ayer cuando te prometí felicidad y te ofrezco la desdicha.

Un diminuto pelotón vigila mientras escribo estas líneas en la misma fosa que será mi tumba. Éste agujero que yo mismo he cavado guardará mis huesos para recuerdo de la desfachatez de las armas y la lucha. No me olvides.

Miro mi mano vacía que no hace tanto acariciaba tu aterciopelada piel. Ya las lágrimas no me permiten respirar, ya la tristeza te desea aquí, a mi lado. Tengo miedo. Me da mucho miedo morir abandonado.

No estaré lejos de ti nunca. Volveré a tu lado.



Un amante perdido, un cuerpo hallado.

A. A.

4/4/12

Misiva 6. Mis arrojos.


MISIVAS DE UN RECUERDO.

Illescas, a 6 de Abril de 1937.


Querida Marcela,


No creas que me olvido de ti, no supongas que mi huida del pueblo es tu abandono. Te dejamos sola como solo está mi marido. Adolfo continúa desaparecido en las tierras de La Sagra. Le busco y le busco. No tengo idea Marcela de su paradero aunque no voy a dejar al destino que haga de las suyas y me lo arrebate.

Espero que estés bien y los vecinos te ayuden un poco. Debes aprender a vivir sin la ayuda de papá y de Adolfo. Siento mucho que la guerra nos separe, eres mayor y tú sola tendrás muchos apuros que superar. Pudiste tomar la maleta y no quisiste, no pudiste dejar atrás tu tierra. Mis padres y los padres de Adolfo junto con mi pequeño deben estar tomando ya el barco rumbo a America. Allí podrán construir un mundo feliz para Nicolás.

Debo confesarte que me encuentro alojada con el Capitán Granero, me he vendido al diablo Marcela. Este hombre es un torticero que roza mi piel con su lujuria cada noche, me roba los besos que pertenecen a Adolfo, fuerza mi voluntad bajo sus sábanas... Reviso todos los documentos que posee mientras recupera las flacas fuerzas que conserva bajo el sueño, cuando acaba conmigo le repudio bajo la luz de las estrellas. Cuando por fin encuentre a mi hombre le mataré si hasta entonces logro evadir mi mente del dolor. El resto de los soldados me miran con asco, piensan que soy una fulana y sí lo soy porque ya no importa lo que haga con mi cuerpo si Adolfo no está. Debo morir por él si es preciso, le encontraré a pesar de mi propia sangre.

Llevo una semana sin poder salir de una habitación lúgubre y con el nauseabundo olor del demonio que usa su mortal cuerpo. Me pega Marcela, como un pelele me fustiga y me ata sobre la forja que reina sus sueños, donde sus peores instintos emergen y despacha con plenitud todo el odio que guarda sobre mi alma. Pero no quedará así. Le mataré.

No pienses mal de mi, no me queda nada y ya no me importa nada.  Siento que mi Nicolás no tenga a su madre. Sus abuelos cuidarán de él. Le quiero tanto pero no debo dejar a su padre en manos de las tinieblas. Marcho hacia Aranjuez en pocos días, muchos de los presos han caído allí y uno de los documentos menciona a Adolfo Arapiles.

Gracias al cabo Menéndez viajará esta carta junto con la de los oficiales que recuerdan a sus familias. Cuídate y no dudes de mí, te llevo conmigo ante la adversidad.

Te quiero mucho Marcela.

Laura Sanlúcar.

31/3/12

Misiva 5. En los mares de la venganza.

MISIVAS DE UN RECUERDO.

Yeles, a 26 de febrero de 1937.


Querida Madre,

Le mataron, sí madre, ya no está junto a mí. ¿Recuerdas a Daniel? Recorrió la instrucción en Ciudad Real, conmigo. Nos conocimos nada más llegar y faltó tiempo para hacer buenas migas. Alto, moreno, con la fortaleza de su tierra, Granada. No dejaba de hablar de sus tíos y de que le cuidaron como a un hijo. Huérfano por las enfermedades de la penuria. Madre, era todo amor. Creció junto a su hermano pequeño y a su prima Natalia, bajo las faldas de El Albaicín. Trabajó en la tahona de sus tíos toda su juventud, detentaba unos músculos rudos pero armoniosos con un talante simpático, agradable de formas y de condición. Le quise desde el primer cruce de miradas, nos observamos en silencio bajo las grisáceas literas del campamento. No volvimos a separarnos. Cavamos trincheras, soportamos la lluvia y el pétreo sol. Los interminables kilómetros de batalla, el miedo y la paz de nuestro marcado destino. Nunca he estado más en sintonía conmigo mismo, gracias a Daniel aprendí a anhelar la virtud y a suspirar con su amor.

No existirá nadie como él mamá. Le amo aunque ya no pueda repetir mis suspiros en su piel. Cómo lo quiero, cómo hecho de menos su abrazo y su encubierto amor. Me lo han matado madre...

Busco asesinos por estas tierras abandonadas de La Sagra, Daniel falleció no muy lejos de donde mis pasos me guían. No temo, no me importa perder la sangre de mis venas porque ya no siento el latido de mi corazón, se ha marchado con él, con sus besos tiernos, con el regalo del roce de su piel, con su deseo tierno que me encumbraba. No te imaginas lo dichoso que fui acompañado por sus ojos en la dureza de esta guerra. Nadie supo nunca lo que el amor nos abrigaba.

Ya no importa nada, nada tiene sentido, no existe lugar donde guarecerse. Mi locura persigue su muerte por dejarme solo. Voy en su busca madre enterrando mis botas sobre los surcos de campos áridos y con la sombra que muestra el sol de compañía. He cargado mi arma y he reservado el último cartucho para mí.

Perdona mi ofensa madre, no quiero ocultarte mi destino. El dolor que seguro sientes es el precio que no se como evitar. Se desvanece mi cuerpo cansado de soledad y a estas horas fluye etéreo sobre las olas del campo. No te preocupes, he gozado, he sentido, he amado y te he querido tanto madre. Ruego perdones este acto de guerra y comprendas que no quiero seguir sin Daniel. Veré a padre pronto, le daré tus besos, los que se perdió por tantos años de abandono. Te esperaremos madre.


Tu hijo que te ruega perdón.

Cabo Ismael Camaro.


20/3/12

Misiva 4. Con la luna sobre el cristal.

MISIVAS DE UN RECUERDO.

Illescas, a 8 de febrero de 1937.

 Querida Emi,


Cuántos días sin verte. Cuántas noches soportando el aire tétrico de esta tierra yerma. Cuántos rincones sin amor, cuántas paredes sin color. Recuerdo demasiado tus mejillas sonrosadas mientras tomábamos un poco de vino y la alegría de vivir inundaba tus afectos... y los míos. Recuerdo además tu cabellera rizada, tus tirabuzones volando sobre mis hombros y una larga noche por delante. Mis labios sin dejar de besarte mientras tu mirada se posaba sobre la mía.


Mi obligación me hace despertar cada mañana con el deber en mi mente, no así soy capaz de olvidarte. Enfundo mis botas, ajusto el sombrero de ala, estrecho ese cinturón que me regalaste Emi. Antes de dirigir la contienda paso revista a los muchachos, les doy una manotada en el hombro y reconforto la angustia de la batalla. Todos saben que alguno no volverá esa noche. Les ofrezco mi vida como garantía, la daría por cada uno de ellos aunque no vuelva a rozar tu piel mi vida. Son mis hombres y estoy muy orgulloso de ellos. Como quiero que lo estés de mí. Nuestra suerte es llevar a España a ser una gran nación. Nuestra suerte es la de tenernos en el corazón, en el amor y en la honra.


Emi te quiero tanto como cuando desperté la primera vez en nuestro lecho con tu silueta bajo la luz de la ventana. Deseo verte frente a mí de nuevo, dejar transcurrir el tiempo sintiéndote cerca con tu sonrisa regocijándome, son tiempos difíciles los que corren que nos distancian.


Algo está pasando en el cuartelillo, en este lugar lejano donde me han destinado. El Capitán Granero está más desquiciado de lo habitual. Aúlla como un lobo al llegar la luna sobre el silencio nocturno. Los chismes no se han dejado callar entre la tropa y yo, como sargento, no puedo quedarme con los brazos cruzados. El oficial Granero es ya bastante mayor, la compasión me lleva a no inmiscuirme y dejar que disfrute de la ventura del amor. Una mujer llamada Laura es su nueva compañera, la que le regala el corazón y desconcierta la tropa. Creo que está perdiendo la cabeza por esa señora que pasea por aquí sin ningún pudor.


Aniquilamos Ontígola, todo ocurrió mucho más rápido de lo que creíamos. La rabia tenía a la tropa muy alterada y te cuento por qué cariño. El 30 del mes pasado aconteció un hecho fatal a una de mis patrullas. Dos de mis guardias  recorrían el pueblo próximo de Yeles y fueron sorprendidos por milicianos. Dos muchachos que ninguno llegaba a los veinte años. Recorrían las calles vigilando que toda alma durmiera tranquila, que toda puerta permaneciera cerrada y que el merecido descanso llegara a la gente de bien. Mis chicos fueron atrapados por un grupo de salvajes, comandados por el Santón, que así le llaman porque fue monaguillo. Se desahogaron con almas más sencillas y bondadosas que ellos, esa noche tuvieron diversión a costa de mis soldados. Localizados en un pinar perdido en la oscuridad sangraban al sol de la mañana. Despellejados, con los dedos cortados y heridas abiertas causadas por machetes cobardes, con el terror de la muerte marcado en sus rostros...


Fue una noche larga para Daniel y José que no podrán volver con sus familias. Haré justicia, los perseguiré hasta que imploren clemencia bajo mi bayoneta. Capturamos un gran número de combatientes heridos en las escaramuzas de Ontígola y publicaron sus nombres como ordena Capitanía. Son los siguientes:


Anselmo Díaz Roces.
Manuel López Macha.
Adolfo Arapiles Díez.
Agustín María Quesada.
Federico Giménez Martos.


El juicio se realizará en la mañana del día 14 de febrero por el mismo General Jose Enrique Varela. Será un honor para toda la tropa que tal caballero de nuestro ejército tenga el talante de detener sus obligaciones en un plaza como la nuestra. Vestiremos de gala, ese día te quiero aquí Emi, ya lo he dispuesto para tengas una cómoda estancia entre nosotros.



Emi recuerdo tu voz entrando en mis timpanos inundando de placer mis sentidos y transformando nuestra cama en un valle de amápolas, un enorme campo rojizo en el cuál tu melena dorada vibra con el viento de mis pulmones que gritan de pasión.


Te echo tanto de menos, aunque queda muy poco...


Sargento Antolín Vallejo.


11/2/12

Misiva 3. Búsqueda Ciega.

 MISIVAS DE UN RECUERDO.


Illescas, a 18 de Enero de 1937.

Querido padre,

No encuentro la mirada de Adolfo entre las oxidadas rejas que he conseguido explorar. En muchos casos me han impedido ver a los presos, me han prohibido descubrir a los heridos que curan su alma en botica. Adolfo no se encuentra entre los prisioneros, quizá yace ya en el desamparo de esta tierra.

Espero que Nicolás este bien y no recuerde nunca estos momentos duros que sus padres están sufriendo. No puedo marchar sin tener noticias de mi marido.

He encontrado a un soldado llamado Amado, me ha reconocido él, Adolfo le mostró la fotografía que llevaba en el bolsillo de la casaca, aquélla que hicimos frente al Palacio de Cristal, pegados a la fuente que surtía el estanque. En ese instante en el que estuve segura de que Adolfo era mi yo que completa mi universo y en ese mágico lugar, bajo el influjo de la luna llena, me pidió nuestro fiel compromiso. Esa promesa que hicimos confirmó el deseo de permanecer juntos y que nada en este mundo será capaz de arrebatar. Amando compartió con Adolfo momentos duros en Seseña y estuvieron juntos hasta que el fuego Nacional realizó cuantiosas bajas entre los uniformes republicanos. El infortunio sembró el cuerpo de Amado de fuego enemigo y consiguieron apresarle y trasladarle encadenado a la plaza de Illescas. En esa gélida y efímera mazmorra los mantuvieron varios días inmóviles frente al pilón que está cercano a la iglesia y permanecieron sin alimento mucho tiempo. A pan y agua nutrieron a esos escuálidos guerreros y que como apóstoles sobrevivieron. Amando me contaba esa historia con una incesante carcajada.

Mi marido pudo escapar hacía Ontígola donde replegaron el diezmado ejército popular y así poder contar las infinitas bajas que aquel tremendo ataque produjo. Una pala y una azada eran su única arma. Ya no tienen respuesta armada, ya no tienen salvación...

He cruzado pasillos oscuros dentro del cuartelillo de las fuerzas nacionales, pasé por beata y misericordiosa, me abrieron las puertas de sus porquerizas donde apenas podía distinguir la cara de los que allí se encontraban. Pude adentrarme por laberintos de mezquindad. Los heridos rugían su destino, las plegarías emergían por cualquier rincón y la muda oscuridad atrapaba los llantos.

Extendí mi mano y la posé sobre los desconocidos rostros que inmutablemente permanecían allí vejados. Rocé con la palma aquellas caras sin reconocer ninguna, sin hablar y sin recibir respuesta alguna. Encontraría las facciones de Adolfo en un mar de almas. No le hallé. Mi deseo no estaba en aquel maldito lugar.

Ando de una casa a otra pidiendo cobijo, aún existe gente que la compasión les conmueve y a pesar de lo que arriesgan ayudan al prójimo. Debo continuar buscando, no volveré hasta que conozca el paradero de mi amante esposo.

No os preocupéis, seguir adelante con el olvido de vuestra tierra y con el encuentro de otra esperanza lejana. Estoy segura de que algún día volveremos a estar juntos y no cejaré hasta conseguir este imposible anhelo. Debéis partir cuanto antes. Cuidar a mi pequeño Nicolás. Está en buenas manos, con la familia que le ha visto nacer, con sus queridos abuelos. Educarle para que sea un hombre de bien y que en él fluya el recuerdo de sus padres... por si deben ser sólo un lejano sueño.

He podido idear un pequeño plan que quiero llevar a cabo lo antes posible y que espero sea vital para entender el destino de apresados y heridos. Un fortuito tropiezo con un anciano capitán ha facilitado la estrategia que sin demora pondré en marcha. Esta tarde... Comenzaré.

Un beso de amargura y de amor para vuestras oraciones.

Laura Sanlúcar.

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