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27/11/09

Bajo presión

Miré el reloj, no puede ser, llego tarde otra vez, no vuelvo a tomarme el somnífero. A medias de vestir volé escalera abajo, cogí mi coche, apenas llevaba diez minutos al volante me encontré inmerso en un gran atasco. Inquieto, nervioso, miraba arriba y abajo en busca de alguna ruta alternativa para llegar al trabajo.

Por fin asomo en la oficina, un compañero me hace señas con el brazo, vamos llegas tarde, seguro que el jefe se ha enterado, cuarenta minutos de retraso tampoco es tanto. Mari no me dice ni buenos días, Jorge no se quiere ni asomar, todos con la cabeza metida en la pantalla del ordenador, no se oye ni una mosca. Necesito un café, demasiada tensión para iniciar el día. Me tomaré un cortado, una mano me toca el hombro.
- Hombre, llegó el que faltaba. Te llamó Mikel de Central, le llamas por favor, me dejas el informe de Competencia en mi mesa y presenta las estadísticas de departamento. No te demores.
- Si claro, un segundo y voy.
- El segundo se te pasó hace rato, no te distraigas por favor.
Me ha enseñado el diente de oro con su babosa sonrisa, este hombre es repulsivo. No!!, me he dejado el informe de Competencia en casa. Llamaré a Ángela para que me lo traiga. Primera llamada, no hay respuesta. ¿Dónde estará esta mujer?. Segunda llamada, no hace ni caso.
Mikel está esperando que le llame, otra vez suena el teléfono, no tengo tiempo de cogerlo. Reviso el mail, a rebosar, otra llamada, de nuevo suena el maldito teléfono. No hay nadie más en la oficina, tengo aviso de videoconferencia de nuestra delegación en Coruña. He conseguido librarme de alguna llamada, ya son las diez y media. Aparecen los ojos de mi querido y admirado jefe.

- Querido Andrés, todavía así, eres televentas y la empresa no se porque está empeñada en que vendas nuestros productos y aún no te has puesto a ello, muy mal amiguete.
- Enseguida estoy con ello.
- Tienes que poner el alma en esta campaña, sabes que confío en ti.
- Ya sabes, soy un artista, me quito tres cosillas y empiezo a contactar con potenciales clientes.

El jefe no me quita ojo. Le voy a pedir ayuda a Alicia, necesito que me eche un capote, si me hace tres llamadas se lo agradeceré. El imbécil de Juan no deja de curiosear, ¿no tiene nada que hacer?.
Marta está repartiendo las nóminas, gracias Martita guapa. Me han quitado ciento cincuenta euros este mes, voy a reclamar, esto es injusto, estoy muy pillado, me hacen polvo, voy a preguntar el motivo del recorte, son unos avaros. Les voy a decir cuatro cosas a estos listos, si por mi fuera me iba ahora mismo, trabajo más que nunca y cada día ganó menos. Sinvergüenzas. Ahora mismo voy a quejarme.

- Se puede, tienes un momentillo, me gustaría preguntarte una cosina.
- Pasa, pasa, siéntate, habla tranquilo.
- He visto una pequeña disminución de la nómina y no se ha que es debido.
- Mira, no solo te atreves a pedirme explicaciones sino que eres de mente ligera, no puedo llegar a enumerar los días que llegas tarde, pierdo la cuenta de el número de llamadas que no atiendes, la perdida de efectividad que has tenido en las ventas de nuestro nuevo producto es abrumadora, cuando se vende solo. Dime que puedo hacer para que entiendas que vas por mal camino, estoy totalmente a tu disposición.
- No es culpa mía, no llevo una buena racha, la crisis nos afecta a todos y los clientes no son menos, las ventas no son fáciles.
- No me cuentes lo que ya sé. Mejora tus números, tienes quince días para darle una vuelta a esto.

Se abre la puerta de par en par, una belleza rubia irrumpe en el despacho de Don Manuel. Está increíble la chica, que suerte tiene el pájaro.
- Pase Gloria, usted no tiene que esperar, adelante.
- Solo son unas firmillas de nada, Manolo.
- Tranquila, para ti siempre tengo un momento para atenderte.
- Déjanos un momento David, luego resolveremos tus peticiones, cuando tu atiendas las mías.

Manolo eres un dictador, seguro que se la ventila el asqueroso este.
De nuevo en mi mesa, que desbarajuste, venga ya, quince mails nuevos, dos llamadas en espera, suena mi teléfono móvil.
- Dígame.
- Cari, ¿Qué querías?, he visto que me has llamado, estaba un poco ocupada.
- Me he dejado un informe encima de la mesa. ¿Puedes traérmelo?, es muy importante.
- Venga ya tío, que pasa que el tiempo solo corre para ti, ¿flipas?, yo no tengo nada que hacer, yo no curro. ¿No quiere nada más el señor?, ¿Café?, ¿Unas pastas?, no me vaciles.

Me ha cortado la llamada. será perra, con lo que yo he hecho por ella. No tardaría nada en traérmelo, me van a despedir por su culpa.

Videoconferencia de Mario, ¿Qué querrá?, algún problema gordo.

- Hola Mario. ¿Cómo andas?, hace tiempo que no hablamos.
- Tron, te has columpiado, esta vez te has pasao. Me han llamado de Digital Press Union, se les ha caído el servidor de Bruselas hace una hora y que desde entonces llevan detrás de ti. Ese equipo lo has montado tú, la herramienta nueva es tuya, no tienes escapatoria, hazlo ya, no lo dejes un momento que nos cortan el cuello a los dos.
- No te preocupes, dejo todo y me pongo con ello, dame cinco minutos.

Me conecto al equipo anfitrión de su red, justo lo que pensaba, son unos inútiles. El programa se ha bloqueado, reinicio y a funcionar. Se ahogan en un vaso de agua. No le voy ni a enviar un mensaje de fin de trabajo, que le den.

Otra vez Juan, no deja de mirarme. Me lo encuentro en cualquier rincón.
De nuevo el teléfono, ¡la extensión de la jefa!.

- Si.
- Andrés se me ha estropeado la impresora, ¿te importa echarle un vistazo?.
- Claro Adela, tardo un segundo.
- Es la de mi despacho, date prisa.

Hace tiempo que no se de ella, habrá estado de viaje. Voy a su encuentro.

- Se puede Adela.
- Pasa, pasa, no te quedes en la puerta, adelante. Creo que no tiene tóner, no sé exactamente, mírala.
- Te lo cambio enseguida.

Hoy se ha perfumado de lo lindo, le queda muy bien. Se acerca mucho, la tengo pegada, me está rozando con sus tetas. Son inmensas, como se descuide se la exploto.

  - Ya está Adela, solucionado. Ya funciona.
- Me tienes que hacer otro favor.
- Claro, lo que sea.
- Mira encima de ese armario y baja una caja que pesa demasiado para mi.
- Por supuesto, en un periquete.

Que pesadita la chica.
¿Qué está haciendo?, me está rozando el pantalón con la cara, acerca sus labios entreabiertos, no para de hablar y no deja de tocarme.

- ¿Qué hace?.
- Pensé que te gustaría un momento de relax.
- Claro que me gustaría, eres una mujer muy atractiva pero no puedo. Entiéndelo.

No deja de frotarme, será, será, será... no lo dejes, sigue, no pares. No quiero que te detengas.

Un grito, están gritando. ¿Que ocurre?.

- Adela para, pasa algo, no paran de gritar.
- Corre, entérate, rápido.

Manolo está en la terraza de la sala de conferencias, se está quitando la ropa, se ha quedado totalmente desnudo. Está loco, se sube a la barandilla, se va a matar. Voy a detenerle, es un cafre pero no puedo dejarle. Ya está Jaime con él. Voy a ayudarle, hay que bajarle.

- Jaime sujétale. Manolo tranquilo, no lo hagas, piensa en tu familia.
- En ellos pienso. Me han despedido después de veinticuatro años en la empresa. El fracaso no es admisible. Estoy hasta el cuello de problemas y me encuentro con esta putada.
- Quieto Manuel. Se ha tirado, majadero te has tirado. ¿Cómo puedes ser tan idiota?. Te has tirado.

Aquí está la carta de despido, ¿desfalco!, le han pillado llevándose la pasta, será ladrón. Un momento, esto tiene fecha de hoy, no puede ser, la impresora de Adela no funcionaba hasta hace diez minutos, es la única que emite estas cartas. Se la mostraré a la jefa. Algo está podrido.
El despacho de Manuel está cerrado, debería poder entrar tengo que averiguar algo más. La puerta está cerrada con llave.
- Andrés, ha llegado la policía. Preguntan por Adela, la has visto.
- Si, salía de su despacho hace un momento.
- La avisaremos por teléfono, no puede estar muy lejos.
No localizo a la jefa, tampoco está el asistente de Manuel, Juan, ¿Dónde está Juan?. Tengo que entrar en el despacho de Manuel. Con una tarjeta de plástico seguro que entro. Tiene el ordenador encendido. No puede ser, estos informes no son los habituales, estos son apuntes de gastos extraordinarios. Transferencias a cuentas sin nombre. ¡Que mogollón!. ¿Dónde estará Adela?. Voy a su despacho, tengo que buscar más.
- Adela!! te llevan detenida. ¿Qué pasa?.
- Es una trampa. No he hecho nada. Juan está muerto en el despacho de Manuel. Soy inocente.
Bien, la jefa detenida, Lolo fallecido, Juan asesinado. Dejé los informes de las transferencias bancarias en la mesa de Adela, la cuenta que recibía fondos era la suya. Las otras cuentas son mías y ha debido pensar que son de estos ingenuos.

Me voy, llego tarde a Barajas.


Luz cegadora

La mire frente a frente, sus ojos irradiaban calor, su empatía me absorbía dentro de ella. No paraba de hablar, no conseguía comprender el mensaje de sus palabras, mis oídos no percibían el sonido solo escuchaban música.

Observaba sus gestos, el movimiento de sus manos acompañaba su explicación, me quedé con su sonrisa. Consiguió eliminar mi parte racional, se hizo con mi corazón. Mi cuerpo se desvaneció, era una burbuja de sentimiento, pretendí la felicidad con unos minutos de bella oratoria, fueron instantes de locura sentimental.

Soy el que escribe, soy el que piensa, controlo mis instintos más básicos. Mentira, por más que manejo mis ideas y pensamientos más me doy cuenta que no soy real, el que redacta es inventado. Me gusta vivir en el amplio espectro de la imaginación, allá donde cualquier cosa puede pasar, donde mis manos acarician las suyas y nunca se sueltan.

Mi energía se fusiona con la suya tantas veces como mi fantasía así lo desea, vivo la ilusión creada por la fuerza que yo he podido conseguir.

Imagina si llega a suceder.

La luna nos sigue a través del cristal, ilumina las sensaciones de ese momento mágico de miradas profundas.

Carpe diem.

18/11/09

Soy Guribundis

Su barba cobriza reflejaba el sol de agosto, sus ojos claros, brillantes, verdosos, perdidos en la luz miraban sin conseguir distinguir los detalles, apenas reconocía las figuras de su alrededor, su propio instinto le servía de guía. El lento paso de sus fatigados pies mostraba la dificultad de sobrellevar los más de 200 kilos que pesaba, el trascurrir de los años y el obstáculo de su incesante viaje marcaban la parsimonia de sus movimientos. Tenía las manos rugosas y gruesas, era un hombre fuerte, de cara simpática. Se apoyaba sobre dos bastones milenarios con las figuras talladas de sus antepasados, uno de los bastones era de caoba y el otro de roble, originarios de los países nórdicos. Llevaba puesto un gran abrigo negro, viejo, gastado y decorado con multitud de recuerdos de sus incesantes travesías. Botones en la solapa, una pluma de oca en el hombro, alguna insignia aquí y allá. Escudos de tela decoraban la majestuosa prenda. No se desprendía de él ni en invierno ni en verano. Pocos kilómetros separaban a Guribundis de un trágico incendio en la cuarta planta de un bloque de viviendas en Barcelona. Una sexagenaria señora, Marta, olvidó retirar la sartén del fuego antes de irse a dar su paseo diario. El piso ardió con rapidez, todos los recuerdos, toda una vida quedó reducida a cenizas sin que nadie llegara a tiempo para evitarlo. La sorprendida anciana no pudo contener las lágrimas al ver el humo brotar por las ventanas de su vivienda. Gritos de dolor suplicaban al destino, no tenía más que lo puesto, sola y sin hogar fue acogida en un albergue municipal.

Llegó la noche, el barrio de la desdichada Marta recobró la tranquilidad después de una tarde de nervios y expectación. La negra fachada mostraba la prueba de la tragedia con la que la anciana había tropezado. Unos pasos silenciosos pasaron delante del edificio incendiado, nadie a su alrededor, el silencio por compañía. La figura vestida de abrigo detuvo su caminar por un momento. Alzó los brazos en cruz y las gruesas mangas comenzaron a moverse, como una vibración que poco a poco iba cogiendo energía y velocidad, en segundos unas esferas amarillas del tamaño de pelotas de ping pong salieron estrepitosamente en dirección al piso abrasado. Se colaban por cualquier hueco, por cualquier abertura, deformaban su tamaño y se introdujeron en la vivienda de Marta. Según avanzaban, las extrañas esferas, adquirían el color del terreno tocado, absorbían el hollín, se comían el desastre. Miles de bolas llenaron el piso abrasado y en unos minutos volvieron a refugiarse en las mangas del gran abrigo de Guribundis. De nuevo en marcha los dos milenarios bastones desaparacieron del lugar lentamente.

A la mañana siguiente la desdichada Marta quiso ver los restos de su desastre, las huellas del fuego, los restos del incendio de su casa. Subió las escaleras de su portal con el peso de la impotencia en sus hombros y cuando asomó a su rellano apenas podía pasar por su puerta. Vecinos y curiosos se agolpaban, perplejos, asombrados por una luz ligeramente ámbar que emergía del dintel de su casa. Estupefacta asomó la nariz, los ojos le brillaban de alegría, todos sus pequeños tesoros hogareños estaban intactos, todo parecía resplandecer, todo permanecía sin un rastro de las llamas sufridas hacía pocas horas, ni una rotura, ni un desperfecto. Recorrió su piso como el primer día. La boca de Marta no se cerró en varias horas sin poder creer lo que veía. Los pies de Guribundis llegaron a un parque a las afueras de la ciudad, un terreno desolado y yermo. Su uso, con los años, era casi exclusivamente destinado a la acumulación de basuras y desechos. Un gran árbol con una sombra espesa fue el lugar escogido por el gordo viajero para su descanso. Se tumbó despacio y apoyo la cabeza en busca de un sueñecito. El abrigo del durmiente comenzó a vibrar, las oscilaciones cada vez más efusivas dieron paso a una escapada de numerosas y esponjosas pelotas amarillas que salían por cualquier pliegue del enorme abrigo. Miles de bolas recorrían todos los rincones del abandonado lugar. El cuerpo del gordo viajero se convirtió en un delgado y esmirriado personaje que a pesar de la agitación no despertaba. Unos minutos bastaron para renovar el paisaje que rodeaba a Guribundis. La vegetación exultante brotaba, se empezaron a escuchar los pájaros, árboles altísimos asomaban en pocos segundos. Un sin fin de animales rodearon al viejo Guribundis, los tocaba y sentía su felicidad, ellos se frotaban, lamían y se tumbaban junto a él. Las bolitas amarillas volvieron al refugio del abrigo dejando un edén donde solo había desolación. Vuelta a emprender la marcha dijo adiós a sus agradecidos amigos y puso rumbo al sur.

El caminar cansado de Guribundis se aproximó a una playa solitaria, distaba pocos kilómetros de una pequeña aldea. Dejó sus pies descalzos para tocar y sentir las aguas tranquilas del Mediterráneo. Abrió sus brazos en cruz, cerró los ojos y respiró profundamente, sensaciones de plenitud llenaron su voluminoso cuerpo, una sonrisa floreció en su cara. Advirtió la presencia de una chiquilla que se acercaba, la muchacha era invidente y se dirigía a la playa por el camino que ya conocía de memoria. Se quitó las zapatillas y subió los pantalones por encima de las rodillas. Introdujo los pies en la fría agua, se agacho y se mojo la cara. La chiquilla escucho acercarse a Guribundis y le dijo sorprendida: - ¿Quién esta ahí? - Voy de paso pequeña, me dolían los pies y he pensado descansar refrescándome en este lugar tan bonito. - Seguro que lo es, nunca lo he visto pero intuyo que es maravilloso. - ¿Quieres ver el mar conmigo? - Me gustaría mucho. - Coge mi mano, aprieta fuerte y cierra los ojitos.

Una luz ámbar surgió alrededor de las manos entrelazadas y de los ojos de la pequeña muchacha. A su vez miles de esferas amarillas se lanzaron a las aguas marinas, agitaban la superficie marina como si el agua estuviera hirviendo. Repoblaron el fondo marino varios kilómetros alrededor de los dos únicos espectadores, descontaminaron las aguas de toda la zona y la vida marina explotó obsequiando con un entorno natural único, peces de todo tipo aparecieron, rodearon los pies de Guribundis y de la pequeña que no podía dejar de mirarlo todo.

Guribundis soltó la mano de la niña y le dijo mira el mar, mira la luz reflejada en sus aguas. La aleta de una ballena asomaba en el horizonte y de pronto el mamífero marino se elevó a gran altitud pese a su gran tamaño y fue visible un instante, el enorme chapoteo del agua sobrecogió a la pequeña. El viejo levanto el brazo, sonrió y dijo ese es Jolae, se alegra de conocerte, nos manda saludos. Gracias señor, muchas gracias por darme la claridad del día, puedo darte un beso, bajo la mejilla a la altura de la pequeña con mucho trabajo y se miraron a los ojos, brotó una lágrima en el viejo rostro del gran viajero, tengo que irme se me hace tarde. Las bolas mágicas se metieron en su refugio y los bastones milenarios continuaron su incesante marcha. La niña volvió a su aldea, era una visión nueva y apasionante, sus manos volvieron a encontrar su casa como hacían siempre. Palpando encontró a su madre, como acostumbraba, elevó la mirada y apreció los preciosos ojos oscuros de su madre. Un tierno beso unió sus rostros y le dijo mamá eres preciosa. La playa quedó desierta, fresca, salvaje y viva.

MIS PASOS

Mis pasos son tuyos,
camino sobre nubes de algodón,
me sustento en el vacío,
me alcanza la agonía,
la impaciencia de tu caricia.


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