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29/4/13

Misiva 28. Cantándote.

para ti, todo es para ti.
MISIVAS DE UN RECUERDO.


Aranjuez, 24 de Mayo de 1939.


Querido Dios,

Enredada entre estas rejas que me asfixian permanezco escupida con vuestro olvido señor mío. Por fin abandonas, ahora si me ignoras. Dame un consuelo en mi dolor...

Todos los días una niñita dulce y sensible vestida con un traje de tirantes rojos aparece como un regalo, ella y su voz melódica calman mi dolor mientras recita vivamente...

        Es la luz el milagro de tu vida,
        no pierdas la calma cuando miras tu cubículo,
        desea tu paraíso y olvida.
        Adolfo extiende su mano y fugas tu alma,
        por camino de estrellas perdida,
        por senderos iluminados de infinita pasión...

Recita incansable una chiquilla que no sé de dónde ha salido, sostiene un grueso libro en las manos... Mira con sus ojillos y su gorrito coronando la cabeza con un hermoso lazo rojo, arrodillada sonríe y muestra un frondoso laberinto de vida, de anhelos soñados con mi amado Adolfo. 

Termina su lectura y descansa el libro sobre sus rodillas, puedo ver que no contiene una sola frase, el vacío completa sus página. Me acerco hacia ella, sujeta mis manos y el sucio metal de los barrotes. Sostengo mis labios rogando que los suyos busquen los míos. Vibro descansando mi tristeza sobre su calor, resigno mi destino y calmo mi dolor. Ya no volveré a sentir la libre sensación del amor.

Sé que Adolfo murió, he visto su luz reflejada en el lago y cómo soplaba el frío de su adiós. Llévame contigo mi amor... sólo tú. La flor de mis besos...

Laura Sanlúcar.

15/4/13

Misiva 27. Mi próximo viaje.

MISIVAS DE UN RECUERDO.

Madrid, 22 de  Abril de 1939.

Querida Marta,
 
Muy, muy cerca de ti suspiraba cuando mis ojos olvidaban mirarte, según te alejabas en mis recuerdos, cuando sonreías por la mañana, cuando posabas tu mano sobre la mía, cuando nuestras mejillas se cruzaban entre beso y beso... 

No hace mucho tiempo era dichoso, tú me acompañabas en el camino de la vida, entre senderos de guerra que te han separado de mí, que han acabado con la dicha de mi existencia.

Mi mano se esfuerza en no seguir escribiendo estas letras que te dedico, este manuscrito que espero puedas leer desde el cielo que es el único lugar en el que puedes encontrarte y en el que volveré a sentirte.  

Sigo el susurro de los proyectiles inmóvil, en el centro de la calle, as bombas caen a mi alrededor y donde espero tu aliento para seguir tu camino. No me queda nada por lo que luchar. Esto es el infierno donde sólo pelean por el poder y la opresión, todo el mundo corre, uno persigue a otro, otro a uno y nada los detiene. Hasta que los sabuesos cazan su presa y su dueño les regala el hueso de la tristeza como recompensa.

Me has olvidado aquí Marta, marchaste cuando te rogué que permanecieras en casa hasta que los soldados desaparecieran. Saliste para recoger la hogaza de mi almuerzo, no querías que desfalleciera en el largo día de trabajo con el que conseguimos sobrevivir. Bajaste rauda, con tu mandil como coraza, con el plato en la mesa a falta de chusco, dejaste los cubiertos colocados y el vaso de agua listo para satisfacer mi sed... Aquel viaje te costó más de lo que esperabas y aún la mesa continua puesta para que vuelvas con el pan a mi lado...

Sólo puedo abrir los ojos encharcados de sangre, sangre de mi sangre, amor de mi amor... Miro hacía el cielo en tu busca y justo sobre mi cabeza vuela el proyectil que recogerá esta maldita carta.


Besos, mi amor.

Armando Castaño.

10/4/13

Misiva 26. Bajo las botas.

MISIVAS DE UN RECUERDO.
 

Desde mi propia trinchera allá por La Rioja, 25 de Marzo de 1938.


Querido Adolfo,

Huí tan rápido como pude, tan veloz como el miedo me empujaba por los surcos cultivados de cereales. Entre los pedriscos tropecé, entre las balas me arrastré.

Desde el frío suelo te intuí, sobre mi desesperación pude escuchar tus besos, tu desvelo alzó mi mirada más allá de aquello que no era capaz de reconocer y una inmensa estrella amaneció sobre el llanto de una criatura escondida en el pasto. Desde el oeste la latente luz asomó las manos fuertes de un niño que se agarraba a los terrones como si fuera la piel de su madre ausente.

Que llanto Adolfo... gritaba aterrado... Y yo lloraba temerosa... Mi cuerpo postrado bajo los aullidos de las balas sin poder recoger aquella alma perdida.

El brillo de la estrella se tornó rojizo y debo decirte, aunque me llames loca, que aquella estrella lloraba por nosotros, por nuestro posible destino.

Botas tempranas rodearon nuestra desesperación y el congelador silencio se hizo. Hundí mi cara en el terreno, la figura del niño despareció tras las piernas de un soldado. Lo dispuso en la mano como si de un juguete se tratara. El juego acabó cuando aquel desgraciado ser cayó irremediablemente sobre las piedras, no brotó llanto alguno. Grité y grité desesperada, acusé y fui golpeada, arrastrada, humillada... allí dónde aquella estrella brillaba.

En este momento, escribo desde un lugar húmedo y oscuro lanzo esta carta de amargura al viento. Seguro que te envía mi dolor hasta ti. Cariño, te amo tanto que no hay dolor que apague tu llama.

Siempre mío, mi perdido marido Adolfo Arapiles. Todo mi amor.

Laura Sanlúcar.


6/4/13

Misiva 25. Nada es fácil.



MISIVAS DE UN RECUERDO.




Mi último día, 25 de Marzo de 1938.



Querida Rana,

Aunque el sol marche de nuestra vida, no se si realmente habrá estado alguna vez con nosotros calentando lo que yo creía fuera el amor más profundo, los momentos más intensos y los deseos más fervientes. Este maravilloso destino brotó en una noche bajo una leve luz que nos ocultaba y nos hicimos uno.

Tú, con tus colores, mimetizada en el caos surgiste de la profundidad del lago. Tus grandes ojos hipnotizaron mis extremos y me sostuve dentro de tu mandíbula. Era increíble. Todo mi alrededor se calmó. El momento superó la eternidad y el paraíso estaba allí, entre nosotros. Me sujetabas firme. Tu lengua sostenía mi propia vida y me desvanecí entre mis propios tejidos. Me fui evaporando mientras tus lunas aprehendían mi ser más físico. Porque devoras, porque te alimentas del otro, matas y yo muero.

Ahora estoy aquí sin cuerpo, mi interior es el que necesita alojarse en el calor de otra vida. ¿Volveré a un cuerpo parecido? ¿Volveré a ser algo extremadamente diferente? No tengo ojos, no puedo mirar en que deformidad emano del interior del lago. 

Un destello irradia mi cadáver y sobre sus inapreciables restos florece un inconstante loto, con grandes oportunidades y ciertos fracasos. Muere, germina. El fango guarda el tesoro de la oportunidad... y la oportunidad llega. Un nuevo ser asoma, ínfimo. Unos ojillos azabaches se detienen por primera vez en la superficie del lago y allí estás tú, paciente, impasible, esperando a que una nueva víctima escuche tu canción. Soy una diminuta larva informe, mi piel es viscosa y permite que mis deseos marcan mi nuevo ser. No quiero volver a caer en la tragedia. Quiero ser fuerte sin que nadie lo vea, sin que nada me ayude y me consuele. Quiero poder alcanzar la plenitud y cerrar mis ojos cada día con plena paz interior. Ver el sol limpio y toda su energía fluir sobre mis huesos y crecer con él. 

Absorbí toda la fuerza del día durante un largo tiempo y reconstruí todo aquello derrumbado una y otra vez. El agua del lago muy de mañana empezó a hervir, remolinos surgieron por toda la superficie llevándose consigo toda vida. No importa, no hace falta nada. Mi propio yo ha nacido y no puedo ver porque no tengo ojos, no siento porque ya no tengo corazón, mis sentidos se han olvidado. Pura energía brota por estos poros de roca maciza y emerjo de las profundidades y ahora brillo junto a mi padre sol.

Rana, mira sobre la copa de los árboles, observa por encima de las tormentas y cuando llegue la calma podrás ver tu estrella. Mi cuerpo es mi deseo... y brillo.



Adolfo Arapiles.

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