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29/8/09

quemacitas.com

Otro día duro de trabajo, cien mil llamadas y al final de la jornada estoy agotado de escuchar banalidades. Necesito un pequeño desahogo. Mañana debo tomar un avión a Tokio, en tres días estaré en Manhatan. Me reportará más de un millón de dólares, estoy arrasando. Hace tiempo que no tengo una conversación que no sea de trabajo, bueno, tampoco lo echo mucho de menos, tengo muy claro que no debo perder el tiempo, debo  ser todavía más agresivo para llegar a la cumbre.
Hoy me he ganado un pequeño relax, voy a solicitar una de las chicas de quemacitas.com, alguien especial, la mejor que tengan. Menchu 1200 €, Carmen 1400 €... después de unas cuantas vueltas encontré a Yoki, espectacular, intrigante, que ojos, hablan por si solos. Su rostro parece iluminado, su cuerpo moreno es único, sus hermosos pechos dorados, muslos prietos, es preciosa. Merezco esta hermosura, toda la noche 3500 €, me lo he ganado.
Estoy impaciente por verla en casa, en mi cama, en mi alfombra o que se yo..., donde podría ser mejor. Pediré cava, canapés, bombones y unas flores, que se sienta a gusto y se porte como una leona. De repente el teléfono empieza a sonar, no es momento de interrupciones, es del trabajo, debería contestar, puede ser importante, que llamen más tarde hoy tengo otras cosas que hacer.

Suena el timbre, llega un grato olor a bosque, es un perfume dulce y me acuerdo de la figura de Yoki. Estoy ansioso, empiezo a sudar, nervioso, inquieto, loco por verla en mi habitación. Echo un último vistazo a mi casa y compruebo que todo está en orden para recibir a Yoki. Tiene que ser impresionante en persona, hoy va a ser una noche para recordar.

Abro la puerta, miro sus ojos, es aún más bella que en los videos de internet. Intento hablar pero por un momento no me salen las palabras. Cojo su mano y la invito a pasar, me dirige una sonrisa que apunto está de provocarme una parada cardio-respiratoria.
   -¿Quieres algo de beber?
   -Un vodka, responde Yoki. Un pisito muy bonito, tienes buen gusto.
   -Sí, por eso te he elegido.
   -Gracias, eres muy considerado.
   -Es un placer verte, ponte cómoda, ¿bombones?
   -Te lo agradezco.
   -¿Vamos a la habitación?
   -Cuando tú quieras, tenemos toda la noche.
   -Estoy impaciente por verte, me gustaría que te desnudaras poco a poco y me hables de ti.
   -No puedo hablarte de mí.
   -Invéntatelo.

Cojo su cintura y nos adentramos en mi habitación, un cuarto muy amplio dotado de todas las comodidades que puedas esperar además de mis juguetes; televisión gigante, ordenadores con las cotizaciones bursátiles en pantalla y otros con aplicaciones de comunicación listas para funcionar en cualquier momento, en otro rincón un minibar con todo lo que te pueda apetecer...

   -¿Te importa que pase al baño?.
   -Pasa por favor, es la puerta de la derecha.
   -Es impresionante lo bien montada que tienes tu casa, si me lo pides me caso contigo ahora mismo.

Esta mujer es guapísima, deseo verla desnuda, desde que ha entrado estoy excitado, pero no quiero ser demasiado rápido, tengo toda la noche para poseerla, no se si voy a poder aguantar sin abalanzarme sobre ella.


Salió despacio del aseo totalmente desnuda, me deja sin palabras, es impresionante ver a esta mujer en todo su esplendor, me recuerda a mi primer amor, sensual, jovial. Estoy seguro que voy a disfrutar la velada. Yoki se sienta cerca de mí, es muy joven, realmente joven, no tiene más de 20 años, es atractiva, le cae en la mejillas un sugerente mechón de pelo, me mira y se mordisquea sus labios lascivos que me están llamando, no voy a aguantar sin tocarla. Empieza a acariciarme lentamente, su lengua roza mi piel y un escalofrío me eriza el vello y recorre mi columna vertebral hasta el cuello, se agacha a besarme las caderas, recorre con las manos mi espalda, dibuja mi cuerpo en el aire. Cierro los ojos y me dejo llevar.

Hacemos el amor apasionadamente, quedo exhausto y nos recuperamos charlando en la alfombra con un buen cava en las manos. Me cuenta sus aficiones, sus fingidas aficiones, toma el papel de amante, hoy es mi amante, hoy rompes mi corazón Yoki. La miro y sus ojos me hipnotizan hasta el punto que mi deseo resurge a cada momento, me deja besarla una y otra vez, me pide que le cuente, que le hable, que se excita mucho con mi voz, me lo creo todo, ahora mismo soy feliz y la quiero por esta noche, hace mucho tiempo que no tengo encuentros con tanta intensidad. Se agacha para devorar mi sexo, me hace sufrir, me hace vibrar... me hace amarla otra vez. Me dice que quiere hacerlo en el baño, le apasiona el yakuzi, que quiere llegar al orgasmo conmigo.

Me pide que entre primero en el baño, me sumerjo en el agua esperando la tan ansiada aparición, cuando entra trae consigo varias cadenas muy brillantes y un pañuelo oscuro. Me besa, cómo besa, sus manos se deslizan excitando mi cuerpo allá por donde pasan, le ruego que sea mía, le suplico que me de su sexo. Empieza a montarme, una y otra vez, me pide que estire las piernas que vamos a jugar, quiero jugar, yo también quiero jugar...


Me ata las piernas y los brazos mientras sus juegos eróticos impiden que mi razón sobreviva a sus estímulos. No veo nada, el pañuelo tapa toda mi cara, sólo la siento a ella, sus aceites, sus aromas, el cava recorre mi boca, quiero llegar al orgasmo ya!! Le imploro que vuelva a montarme, estoy extendido en el yakuzi, casi en el aire, me duelen las muñecas, pero me gusta, es extraordinario, estoy a punto de eyacular, cada vez me hace más daño al soportar su peso encima de mi, más fuerte y más fuerte. Le ruego que pare pero no obtengo respuesta alguna, ¡para! ¡para! No me escucha, no quiere oír mis lamentos, parate puta, la sangre recorre mis brazos y mis piernas, el agua toma el tono rojo de mi angustia, de mi dolor, no puedo parar de gritarla pero su respuesta es una simple mirada desafiante y fría. Yoki desaparace por un momento, cuando de nuevo su figura resalta a través de la luz de la alcoba su mano ya esta armada con un cuchillo y mi rostro marcado en él. ¿Por qué?, ¿Quién eres?, ¿Qué quieres de mí? Clamo desesperado ante lo inevitable, no tengo escapatoria, no tengo forma de liberarme de esta pesadilla, ¡noooooo!

Un corte rápido y profundo seccionó la misera garganta de un diminuto ser lastimoso y suplicante que quedó postrado en un lujoso baño con las manos ensangrentadas.

Yoki hizó una llamada teléfonica en la que una voz le indicó que se acercara al ordenador de la habitación, un gran equipo con infinidad de aplicaciones que nunca dormía y siempre vigilaba los diversos negocios que mantenía su propietario.

  -Acepta la conexión, le dijo la voz del teléfono.
  -Ya está.
  -Un minuto y todos los activos financieros son nuestros.
  -Estupendo.
  -Buen trabajo mi chica.
  -Sal corriendo.
  -Bye.

La puerta del apartamento se cerró por última vez con la sangre aún caliente de su propietario, sin duda una noche inolvidable.

23/8/09

Oxígeno.

Ocho de la mañana, miércoles, 5 de agosto de 2009. Se avecina un día asfixiante, el rutinario trabajo diario acaba conmigo. Treinta y cuatro grados y mi encargado dándome el tostón. ¿De dónde se habrá escapado este tío? Le han tenido recluido en un psiquiátrico hasta que nos lo han dejado aquí. Creo que no tengo un buen día, me da que hoy me va a costar entonarme. Voy a tomar un café con los colegas, hay poco trabajo, voy a aprovechar este ratillo para perderme.

¡BOOM! ¿Qué es eso? ¡Ostias! Al final de la nave hay mucho humo, no se ve nada. Sale gente corriendo, están saltando por los muelles como pueden. Suena la alarma y se han disparado los aspersores. Hay una confusión terrible. Sin pensarlo nos acercamos a la caótica zona, se escuchan gritos, intentamos socorrer las voces ahogadas, hemos sacado un compañero de debajo de una montaña de hierros hecha trizas; joder, es Michel, no respira. Hice un curso de socorrismo hace años pero no soy capaz de reanimarle, Gumi lo ha cogido y se ha puesto a hacerle la reanimación..., respira. ¡BOOM! Una segunda explosión en el otro extremo de la nave. ¡No! Es en la oficina. ¡No! Por Dios. ¡No! Allí está Mayca, emprendo la carrera hacía el edificio principal, donde trabaja mi chica, mi mujer, mi amor.

Está todo lleno de humo, salen las llamas por la ventana de la primera planta. La gente sale huyendo por donde puede, igual que ratas. Las caras desencajadas, manchas de sangre y muerte en sus cuerpos denotan la masacre que hay dentro. No veo a Mayca, pregunto a todo con el que me cruzo, nadie sabe nada. Voy a entrar, intentan impedirme el paso pero voy a entrar. Me cuelo por una ventana apestada de humo. Me arrastro por el suelo, intento subir en dirección al despacho de Mayca. No la encuentro, continúo la búsqueda por toda la planta. Hay mucha gente tirada medio asfixiados, no sé si estarán vivos, debo sacarlos. Voy ayudando a los heridos y les llevo en volandas a la calle, no puedo ir más rápido, es una carnicería, veo a muchos de mis compañeros sin vida. ¿Quién ha podido hacer esto? ¡BOOM!, otra explosión en los muelles del ala sur, el caos es absoluto. Me cuesta respirar, estoy agotado y el humo no me deja respirar, se me acaba el tiempo, tengo que seguir buscando... No queda nadie cerca, un último intento, debo seguir buscando, sin ella no me queda nada, Mayca espérame, sigue conmigo.

Mayca se encontraba reunida con el resto de compañeros sobrevivientes fuera de las instalaciones de la empresa, nerviosa, temerosa, sabiendo que muchos compañeros siguen dentro y que Tomás no ha salido. Su teléfono no lo coge nadie, siempre lo deja en la taquilla. No hay manera de entrar, la policía ha acordonado la zona, todo está lleno de ambulancias, bomberos. Están sacando muchos heridos. Las lágrimas surgen en el rostro de Mayca y la desesperación cada minuto es más profunda.

Infinidad de camillas salen volando por la puerta principal, heridos medio atendidos por los rincones esperan ser trasladados, no puede estar pasando esto. Tengo que encontrarle, ¿Tomás? Sólo hago esa pregunta por todas las camillas, a cualquiera que se me cruza. ¿Has visto a Tomás?, nadie me da la respuesta que quiero escuchar. Por delante de mí están sacando cuerpos, algunos sin vida... ¿Tomás? El fuego se está agotando, todo a mi alrededor está lleno de polvo y trozos de lo que era nuestro edificio y que ahora se mantiene de pie a duras penas.

Hay gente saliendo a la azotea, a pesar de la altura creo que uno de ellos es Tomás, alzo la mano intentando que me haga alguna señal. Se empieza a escuchar un profundo ruido, como un trueno. ¿Qué ocurre? El edificio se desploma ante nosotros. Los gritos apagan nuestras esperanzas...

Abro los ojos, inmóvil, absorta en mi desgracia, sudando, temblando, escuchando mi corazón. Estoy en mi cama, esta es mi habitación, a mi izquierda... No está. Suena el teléfono, contesto con amargura. Señora Torres, le llamo del Hospital Universitario de Getafe es en relación a su marido el señor Tomás Torres Bogarte.  ¿No está bien verdad?, dígame que le ocurre. Señora, ya no está entre nosotros, una explosión en su centro de trabajo ha acabado con su vida, falleció al llegar al Hospital.

Mi desolación es infinita. Tomás, cariño, porque me has dejado, ven por mí, no me dejes aquí sin tu mirada, sin tu beso secreto en mi boca, sin tu firme mano rozando mi corazón. Siento escalofríos, me tiemblan las manos, ha bajado la temperatura, tengo mucho frío, la habitación está totalmente oscura. Una pequeña luz amanece en la puerta, va creciendo por momentos, destellos luminosos que encienden mi cuerpo, alzo mis manos en su dirección, debo estar soñando de nuevo. Llévame contigo, llévame, coge mi mano, abrígame con tu fuerza.

Siete y cuarto de la mañana, suena la puerta en casa de los Torres, nadie contesta. Ocho de la mañana, aparece la policía y fuerzan la puerta del domicilio de los Torres. Dos cadáveres pueblan la cama conyugal. Sus sonrisas no reflejan la falta de vida de sus cuerpos, están agarrados de la mano y no hay síntomas de violencia. Cerramos expediente, muerte por amor.




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