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28/10/14

Addat - Gatera - V

Addat.

Gatera.

Dolorido y terriblemente enfadado escapé. Corriendo aprovechando el despiste de todos me esfumé aún con el culo dolorido.

Me detuve y miré buscando el cobertizo por donde los gatos desaparecieron. Estaba situado en un olvidado rincón del cercado apenas perceptible por las miradas difusas de los lúgubres visitantes.

Allí me dirigí sigiloso. Según me acercaba los maullidos comenzaron a oírse. Posé la mano sobre la puerta como sintiendo el interior sobre la envejecida madera. Empujé. La oscuridad se encendió ante mí y pude sentir la multitud sin verla. Me adentré y mis piernas flotaban entre pelo felino como si una alfombra me cobijara.

¡Eh, muchacho! Un grito lejano me alertó. De nuevo un traje negro vestido de corbata ceremonial se detuvo ante mí. ¿Qué haces ahí? No sabes que esto es privado, no puedes estar aquí. Otra vez me sacaban en volandas y me dejó sobre el jardín cayendo al césped, de nuevo. Alcé la mirada y un coche patrulla con las luces en ceremonia se detuvo, salieron dos agentes que al pasar a mi lado se detuvieron y risueños me preguntaron qué hacía allí tirado. Sin esperar respuesta continuaron su camino.

Después de recomponerme un poco contemplé el sendero de aquellos agentes de policía. Fueron justo a mi sala, a la habitación que albergaba el cuerpo de mi difunto hermano.

¿Vendrán a buscar a mi padre? Corriendo me presenté bajo el dintel de entrada y pude observar como mantenían una conversación con mi mamá y un revoloteo de moscones alrededor.

No tardaron demasiado en tomar unas notas y retroceder sobre sus pasos. Pude contemplar como se montaban en coche patrulla y ya dentro uno de ellos extrajo una diminuta botella, de esas que siempre he visto en la feria, y de un trago cayó fulminada. Agarró la radio y desaparecieron por la carretera con un vibrante giro a izquierdas.

Al darme la vuelta me fijé de nuevo en el cobertizo y una gata de colores pardos caminaba sola maullando sin cesar, miraba al tejado del edificio principal y chillaba con todo el aire de sus pulmones. Por la esquina posterior saltó sin advertirle el mismo hombre que me sacó no hace mucho del brazo, lanzó una piedra con potencia y cuando comprobé el destino del proyectil el silencio cayó sobre aquel gato pardo. Tumbado en el suelo y con una pata temblorosa su hocico sangraba. Él me miró y mantuve la mirada, se dio la vuelta y desapareció.

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©2014 Guribundis 

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