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30/10/14

Addat - Océano - VII

Addat.

Océano.

La sombría capilla difuminaba cualquier figura allí recogida. Sin saber cómo llegué aquí me encontraba arrodillado iniciando un rezo perdido en mi memoria. Cualquier oración se encontraba abandonada entre años de sentimientos lejanos a cualquier rito religioso. Creí oportuno hablar a quién en el más allá pudiera escuchar y prestarme la ayuda suficiente para soportar tan pesada carga. Aunque realmente pensé en lo estéril de aquella rendición proseguí en mi ruego.

Fue iniciar mi íntima conversación cuando observé un resplandor en el contorno del crucifijo postrado ante mí. Pensé que la profunda pena que me dominaba, me frustraba y desorientaba. La mano del cristo avanzó hacía mi callado semblante y pude ver brotar sangre de sus heridas. Señor, ruego devuelvas a Sandra a mi lado. Ha fallecido prematuramente. El coche derrapó y se adentró en las entrañas de un profundo abismo que cada noche recorro entre mi zozobra y el deseo de viajar hasta ella.

La cristalera multicolor situada tras la figura celestial se iluminó de abajo a arriba, de la superficie hasta llegar al cielo, como si el sol se hubiera caído y estuviera surgiendo de la tierra. El reducido claustro se encendió por los abundantes rincones y la luz rebotaba en todas direcciones, el arcoíris me consumió y cegué la mirada cayendo al suelo sin respiración...

Cuando abrí los ojos estaba en mi cama con el brazo rodeando la melena de Sandra, dormía plácidamente en nuestro lecho. Respiré profundamente, aliviado. La sangre se aceleró agolpando mis venas colmadas de deseo. Nos fundimos en un abrazo que despertó su voz sedosa. Parpadeó y con su sonrisa premió mi rostro. Nuestra piel se iba soldando con pasión. El tacto placentero navegaba por las curvas de nuestro cuerpo. Nuestra existencia se desdibujaba al fundir nuestra esencia. Nos besamos con dispares sabores aterciopelados e insondables sensaciones emergían por autopistas de frenesí. El clímax se abrió paso sobre nuestra voluntad y respiramos profundamente del mismo soplo de aliento.

Toc, toc... Me acerqué a la puerta ante tan inesperada llamada. ¿Quién es? Abra, ¡policía! ¿Sandra Sterm? Acompáñenos por favor. Está acusada de cómplice de homicidio. Tiene derecho...

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©2014 Guribundis

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