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6/6/11

Losas sobre el barro del pasado.

 Para aquellos que en vida morimos...



Chisporroteaban los piñones en la sartén, "doraditos serán una delicia", se decía sonriendo imaginando el rostro de su Pedrito. Su trigésimo aniversario. Era tan feliz y se sentía tan orgullosa que lloraba mientras se embadurnaba de nata y  rechupeteaba los dedos. Doña Eulalia no se cansaba de canturrear sin mucho acierto las coplillas que de joven emocionaban su piel. Dispone una pequeña mesa en el centro de la cocina, los muebles blancos, las paredes blancas, su alma diáfana como la luz, todo iluminaba las mayúsculas pupilas cansadas del sopor de los fogones.

Gobernando la mesa estará Ramón, su voz debe ser oída por todos, con su boina levemente inclinada. Nunca ha dejado de admirar los ojos de su mujer, como cuando la vio por primera vez y se enamoró de ella. Pedro se sentará a su derecha, tiene dispuesta una copita diminuta para el anisete. Aún mantiene la vajilla que su madre se afanó en conservar para ella, es todo la herencia que tuvo y hoy día es la que dejaría. Rafi se sentará en el lado opuesto, a la derecha de su madre, su copa todavía no tiene lugar en la mesa aunque Eulalia ya le ha dicho a padre que con con veintidós años ya puede mojarse los labios. Lo harás pronto, hija mía, repite en toda celebración. Su pequeña minusvalía debilita su espíritu. Cómo recuerda Eulalia a su Dios que el día del parto la castigo por andar con la falda subida antes de tiempo. Cada noche el credo se apodera de su alcoba y su lastimero perdón es rogado y no alcanzado. Desde que la niña nació apenas cuida de ella. Pedro son sus ojitos pero la chiquilla es caso aparte, hace muchos años que su marido se encarga de sus cuidados. Cada noche Ramón pasa un largo rato con su hija. Agotado sale de la habitación cuando ya cierra los ojos y los sueños se abren. Llega tan cansado junto a Eulalia que ella apenas siente la hombría de su marido, ella sabe que sigue queriendola. Me juró amor piensa en voz alta y cada noche recibe un tierno beso en la frente. Cada vez que Ramón se recuesta junto a ella se marcha en absorto espiritu.

Pedro ya marchó de charanga con su amigo Alberto el cuatro pelos, volverán tarde como cada sábado y cada lunes y cada jueves y cada... Siempre vienen de madrugada saciados de alcohol y de perfume barato. Eulalia sabe que de día cumple con su trabajo, siempre lo ha creído así, no puede ser de otra forma, sin embargo en la oscuridad el oculto Alberto trastoca su bondad.

El enorme reloj de pared que preside el salón resopla once campanadas. Ramón permanece en la alcoba de la niña y Eulalia aguarda su llegada. El cumpleaños anima una alegria olvidada entre las cuatro paredes de su casa. Una callosa mano toca ligeramente el abandonado pubis con la yema de los dedos. Recuerda la mano firme y algo ruda de su marido, la única mano que se ha posado para ella. Con su dedo anular roza uno de sus pezones y saliva entre dientes desesperada de amor otra noche más. Alborota su largo y canoso pelo con movimientos de deseo, desnuda bajo las sábanas su dedo busca su pequeño montículo de pasión.

La puerta se abre de improviso sin permitir al excitado cuerpo de Eulalia esconder su intimidad. Ramón se acerca al lecho con los ojos clavados en la mirada perdida de su mujer y se asoma al interior de los muslos mordiendo los labios extenuados que permiten que su lengua recorra la húmeda vulva. Eulalia se aferra a la cama, se estira convulsionada soñando despierta entre flores que no marchitan y cuerpos que no envejecen. Recuerda el amor que aquella tarde, bajo aquella encina frondosa, gozaron. Llega al éxtasis como en su memoria ya no existía. Ramón besa sus mejillas con dulzura, su pecho, su vientre y su sexo.

Una voz alterada llega desde el final del pasillo. Ramón se acerca con decisión y sin decir palabra puede contemplar a su hijo que viene acompañado de Alberto y Lourdes. Están ebrios. "Pedro saca a tus amigos de casa, no son horas de molestar a nadie". Papá vienen a tomarse la última copa, no creo que te importe que disfrutemos de la hora más mágica de la noche. Es la hora en que la lujuria brota en el interior de las alcobas y las mujeres reciben a sus machos en celo. No es verdad que tus mujeres te reciben cuando tú quieres papá.

¡Salir de mi casa ahora mismo! Serías capaz de echarnos papá. Sólo queremos algo de diversión. Sácanos unas copas. Ramón agarra una de las estacas de la leñera y levanta el brazo con la intención de abrir algún cráneo. Da un paso al frente azorado y descalabra a su propio hijo de un golpe seco. ¡Ven tú ahora! Alberto desenvaina una navaja de palmo que directa al corazón acaba con las decrépitas fuerzas de Ramón. Un último gemido despide de este mundo envuelto en un profundo llanto a un marido y padre. Eulalia sale al encuentro de los gritos de su marido topándose con su cuerpo postrado en el frío solado. Sus manos presurosas se lanzan sin pensar al cuello del que ha traído la ruina a su casa. Alberto aloja de nuevo la hoja bien afilada entre el añoso estómago y el brillo del cielo. Las manos de Eulalia, a pesar de la profunda herida, no sueltan a su asesino y continúan las cuchilladas atravesando su cuerpo. Los gritos estridentes de Rafi emergen de la habitación y ciega intenta atacar al que acabara con ella con la misma certera destreza que acabó con sus padres. Pedro no puede creer lo que llega a contemplar su retina, sangre amaneciendo por el suelo, sólo el mortal rojo viste la casa que le vio nacer. Arrodillado implora a Alberto la muerte.  Reza por no haber tenido el coraje de matar a su padre con sus propias manos cuando fue el momento, hubiera evitado estas heridas que ahora ahogan a la familia Camaro. Acaba conmigo Alberto.

Lourdes agarra del brazo al asesino y salen de la casa dejando morir en vida al infeliz de Pedro con los brazos en cruz orando aquellas frases que su madre le repetía en tantas ocasiones. Llora por no ser hombre, llora por no enfrentarte al que tanto hizo. Como un niño solloza sobre la sangre de su sangre.


Revisado el 12 de Abril de 2012. @Guribundis.com

2 comentarios:

  1. Qué pasa en estos últimos relatos? Están llenos de tristeza, y lo que es peor, no dejan lugar a la esperanza. Siempre he encontrado un punto de luz, algo de ternura, un momento de ilusión,... Son muy truculentos, muy amargos. La Vida no siempre es fácil, más bien incomprensible, y puede que se esté reflejando en tur relatos. Espero que estés bien y sobre todo te deseo lo mejor; siempre he sentido tus palabras como el regalo que nos haces a los que te seguimos, y ahora quizás... bueno sólo que sepas que estoy ahí.
    Te mando un gran abrazo

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  2. Sólo puedo agradecer las palabras que me ofrecéis, éste es un momento complicado para mí y seguro que se describe en mis frases. Trato de disfrutar de el acto de escribir tanto que dentro de mí se crea la película que mi mano traza y adoro esa sensación.

    Vuestros comentarios dan vida a mis letras lanzadas a la pantalla sin mucho cuidado.

    Abrazos para los amigos de la red.

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