Con este amargor tan extraño contuve la respiración y llevé la taza de té a mi boca. La infusión quemaba y mis labios se enrojecieron. Sonreí imaginando su cara al contemplar el regalo que había preparado, flores, una carta de amor y una preciosa sortija.
Entró gentil y espontánea, lo primero que hizo fue sentarse a mirar por la ventana, frente al tocador, como hacía siempre, y yo a su lado… Coge tu regalo cariño, toma mis palabras de amor, deseo casarme contigo. No me escucha… No me oye… Sigo a su lado eternamente inadvertido, no me mira y no puedo tocarla.
@2011 guribundis
Estupendo desenlace!!! Me encantan estos cuentecitos que en pocas palabras relatan grandes historias, con mucha profundidad, con tanto sentimiento que llegan a acariciar el alma. A veces, aún estando cerca de la persona amada, somos así: como fantasmas, miradas que nos atraviesan sin vernos.
ResponderEliminarSiempre gracias Guribundis.
Los deseos, lo que imaginamos no puede contestar por sí solo, hay que hacerlo real y sentirlo real.
ResponderEliminar