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22/12/15

Canción IV.

Canción IV.

De nuevo en la brecha, me encanta cuando preparo de nuevo la cacería. Antes de nada me siento un momento en mi casa, en mi dormitorio. Cierro los ojos y ante mí viaja el leve aroma de las velas. Transporto mi mente a un enorme océano gris y frío, soy ballena que navega acechante observando olas y tinieblas. Me siento bien, poderoso, enérgico...

Sentado permanezco, disfrutando las horas, en uno de los bancos que permanecen desde que yo era niño. Aguardo delante de un cruce, el semáforo interrumpe la circulación y los colores cambian. Me atrae el rojo, su intensidad y su brillo me motiva y cuento uno, dos, tres...

Elijo a la persona que  pasa inadvertida delante de mí. Mi mirada viaja un instante sobre la suya, si me hace sentir... es mi persona. Es fácil, aguardo sin prisa... en ocasiones no localizo esas personas durante días. La espera me emociona. No pasa nada, soy el cazador y no despliego mis alas hasta que la pieza está detectada... Aún así no es suficiente, deben transmitirme lo que yo necesito, no todos valen la pena, existen muy pocos que me hagan sentirme rebosante. Me cruzo en su camino y sé perfectamente cuando he encontrado a la persona que deba ser la siguiente.

Este es mi lugar, lo conozco bien pero él no tanto a mi. No sabe que soy hijo suyo. Marché con mamá bien pequeño, no podía soportar aquel borracho que cada noche violaba su lecho conmigo. Me obligaba a tocar su vagina y besar su pecho ante sus temblorosas lágrimas. Clavaba pequeños cristales sobre mis dedos y me obligaba a acariciar su piel con mis manos cristalizadas, sus gritos no escapaban del sótano. Allí permanecen. Lo sé.

Rojo... Rojo... Rojo... Túuuu serás...


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