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28/5/15

Por ti mi vida.

La noche ocultaba el eterno día sobre la correosa ciudad, Rabel perdida en su universo dejaba de respirar y lo más interno de su ser se rebelaba a tan severo castigo. Su cabello raído, la yema de sus dedos rajados por sus propios deseos de desaparecer la obligaban a saber que seguía en este mundo por más que insistiera en abandonarlo. 

La lluvia limpió la impureza mantenida hacía meses en la ciudad de las oportunidades donde la noche y el día se tintaban del mismo oscuro color. Los vampiros poblaban una sociedad en sí tan avanzada que apenas se reconocía cómo animales nocturnos. Las drogas recorrían kilómetros de venas infectadas de excitantes y olvidos.

Rabel sumida en la desesperación de la soledad acompañada miraba su propia cama en la que dormitaba un hombre, apenas reconocía su rostro, apenas entendía por qué esa persona había roto su soledad. Las lágrimas se apoderaron de sus recuerdos del tiempo en el que se sentía capaz de luchar por una vida que entonces le amanecía grata. Robert y Nati agolpaban las imágenes de años de felicidad. Entremezclaba sonrisas y llantos mientras observaba la forma más sencilla de decir adiós, sin el coraje suficiente para saltar por el balcón en el que ese momento se encontraba y del que deseaba saltar al duro infinito.

¡Ring Ring! El teléfono bombardeaba sus oídos, un desconocido refunfuñando recogió aquel sonido sólo por detener el tormento del timbre. Si, un momento...
ponte al teléfono, un tal Robert pregunta por tí. Soltó el auricular en la mesita y volvió a desaparecer entre las sábanas.Rabel, Rabel, Rabel... se trata de Nati, necesito que me escuches, tu hija está en coma...

El rostro impasible giró buscando el origen de aquellas palabras y con el dolor de la vida entre las manos contestó. Si, te escucho. La niña se ha golpeado montando a caballo... está en el hospital, debes venir, te necesita.

Un avión y toda la energía que pudo encontrar trasladaron a Rabel junto a la cama de una chiquilla de 16 años que hacía tiempo perdió de su lado por culpa de ella misma, la había abandonado para vivir y ahora su hija la abandonaba para morir.

Un médico enorme, casi gigante, irrumpió en la habitación cortando las miradas de castigo aunque no las palabras. Señores soy Harry Evans médico de su hija y siento comunicarles que una vez realizadas las pruebas necesarias hemos reconocido la fatalidad de las heridas que su cuerpo ha sufrido y estamos de acuerdo en determinar que la pequeña no volverá con nosotros...

El tiempo se detuvo para todos, para Rabel hacía ya demasiado que lo había hecho. No hubo lágrimas, apenas un gemido, apenas un garraspeo para tragar saliva. Una cosa más que hemos comprobado, no sé si están ustedes al tanto debido a la prontitud de gestación... ¿Cómo? Si, está embarazada.

¡Ring Ring! Rabel te suena el móvil. Si, gracias. Muy lentamente movió su mano en busca del oculto teléfono que más que en un bolsillo parecía perdido en un pozo. Mamá, hola, me imagino que Robert te habrá llamado. No he podido llamarte, los acontecimientos no me ha permitido pensar en nadie más que en Nati, lo siento. No te olvidado, estoy muy ocupada, el trabajo... no he podido llamarte mamá. Es grave, muy grave, dice el médico que no saldrá de ésta. No  saldrá de ésta, mamá. Hay otra cosa, está embarazada de ocho semanas... Igual que tú... te ha ganado por seis meses... Se repite la historia, siempre igual, cada generación sigue los mismos pasos...

En 1725 Elisa Vanderhouff dio a luz en la travesía que la llevaba a tierras americanas, fue expulsada por su propio padre y embarcada con su hermano Eric, fugado y desheredado no dudó en acompañar en el destierro a su hermana con unas pocas monedas en el bolsillo. Tuvo una hija... la cual fue robada en puerto por el Capitán del navío y a pesar de una larga búsqueda por su madre no fue encontrada hasta muchos años después cuando Eric buscando amor fácil y barato se topó con una muchacha en la calle muy guapa aunque harapienta, recogió su mano mientras intentaba rebajar el precio por el amor de un breve momento cuando su mirada se clavó en la señal que en la muñeca poseía, una sonrosada fresa que sería inconfundible en cualquier lugar donde lo encuentres, como el de tu muñeca...

Tú también la tienes mamá. Y tu abuela cariño, tu hija y su hija... será una niña y tendrá la misma figura en su muñeca. ¿Sabes por qué? El padre de Elisa Vanderhouff forjo esa señal a fuego, era una marca parcial del hierro de su ganadería, una elipse que rodeaba la figura de la fresa fue clavada en la frente del que fertilizó las entrañas de su hija...

Rabel salió de la habitación con el teléfono en el oído, escuchó y escuchó sin apenas abrir la boca cuando las alarmas se encendieron y un grupo de médicos la sobrepasaron a la carrera, dio la vuelta y los siguió y salieron de su campo de visión justo en la puerta de Nati y en el momento en el que llegó vio a su hija luchando por desaparecer de entre los vivos. 

Se muere dijo el médico excitado y clavando sus ojos en los de Rabel, el niño se muere con ella. Usted es joven tiene que alojar el niño en su vientre, ¿Está dispuesta? puede hacerlo, podemos hacerlo. Afirmó cerrando los párpados y mientras recorría el níveo pasillo hacía el quirófano se agolpaban la sensación de incapacidad, no hacía demasiado quería perder lo que ahora le exigían y no había podido negar.

En algo más de una hora de intervención su vientre alojaba un ser a medio camino de morir y de sufrir, y olvidó quién era durante algunos meses de un tranquilo embarazo y siempre bajo la lupa especializada del Doctor Evans.

El 25 de Marzo de 1977 nació una hermosa niña con un cabello rubio y fino y los ojos azules llorando desesperadamente y provocando la muerte de su madre abuela que en cuanto estuvo a su alcance el instrumental médico forzó su huida de la vida.

Ana lloró y lloró y su abuela confirmó la fresa rosada de su muñeca.

1 comentario:

  1. Ya sabes que soy de los que dicen que traemos muchas cosas de nuestros padres, de nuestras familias y no todas buenas. Como siempre unos relatos muy intensos.
    Un abrazo

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