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16/11/10

Labios en el espejo.



¡Cómo brilla el sol! Me dije a la vez que asomaba los ojos por la ventana observando las desiertas terrazas que tenía enfrente. Estiré los brazos preparándome para escapar de dominguero, iré a un lugar recóndito que me aseguraban lo pasaría a lo grande. "No tengo costumbre de ir a la naturaleza", comentaba a mi reflejo que desde el imponente espejo miraba indiferente. Selecciono los víveres que llevaré, el reloj a punto, la brújula preparada. Fui recopilando todo lo necesario para pasar el día fotografiando la ribera del río, los preciosos montes de Madrid y la apacible soledad del campo.

Escribiré mi blog cuando vuelva, tendré bastante que contar a mis lectores. Me pondré mis botas nuevas y el jersey a rayas. Canturreando preparaba la aventura del domingo. Alcé la cara sobre la montonera de artefactos dispuestos en formación y encendí la radio con mi música preferida. Escuché tres golpes en la entrada, automáticamente me aproximé y abrí la puerta sin fijarme demasiado. Lys sonreía desde el rellano. Su precioso pelo rubio, su rostro siempre recién bronceado, sus labios carnosos con ese color rojo fuego. Busqué en mi paladar el sabor que hace tanto tiempo se alojaba por toda mi boca.

¿Puedo? Pronunció sensual esa irresistible mujer que con sólo una palabra era capaz de aflojarme todo el cuerpo. Adelante, perdona pero no esperaba visita alguna, estoy preparando una escapada a la montaña, no dispongo de mucho tiempo, me esperan. ¿Con quién vas? Con un amigo, vamos a hacer fotos para incorporar al blog. Hace tiempo que no sabía de ti Enric y la verdad... Me he preguntado muchas veces que sería de mi amigo, de mi ex-novio de Castelldefels, ¿Seguirá vivo? Y aquí estoy, sentenció mi querida Lys. Te puedo preparar un café, té o cualquier cosilla si lo deseas. Un té con leche irá de perlas cariño.

Nos sentamos juntos en el sofá, muy juntos, tanto que comencé a transpirar agolpadamente. Seguía igual de hermosa, su sonrisa me atraía mucho y según hablaba, no paraba de actuar con sus delgados brazos no permitiéndome mirar a otro lado. Mis ojos se detenían en las curvas de su cara, de su pecho, sus caderas, continuaba tan imponente que asustaba. El gran espejo del salón reflejaba su figura voluptuosa pegada a la mía. Soñaba con su imagen desnuda de antaño, su cuerpo trotando con el mío, su pecho agitándose en cada movimiento, en cada arrebato de frenesí. El pantalón caqui se volvía más estrecho por momentos, mi excitación se dejaba ver fácilmente, yo no podía ni quería detener el tren que me atravesaba de un costado a otro. Sonreía, su mirada diseccionó mi entrepierna poco antes de que su mano posara su delicado tacto sobre ella. Enseguida la besé y me abalancé como un resorte, mi cuerpo sometía al suyo a forzadas caricias que redescubrían la belleza que mantenía oculta su sutil camisa. Espera un momento, vamos al dormitorio que estaremos más cómodos, susurraba su dulce vocecilla próxima a mis ansiados oídos. Miré por la ventana y un señor mayor permanecía en el otro lado de la calle impertérrito, eché la cortina con energía y la lleve en volandas a la alcoba.

Me solicitaba sutilmente besos en el cuello, le encantaba llevar la marca de mi boca en sus hombros. Le di la vuelta agarrándola por la cintura y sollozamos juntos mientras nuestros cuerpos se unían.

Sonó el timbre mientras nuestra pasión se desbordaba por los rincones de la habitación. Lógicamente no hicimos caso alguno pero el insistente estruendo no callaba. Maldiciendo no quedó otra que ausentarme del placer relegado. El mismo señor que momentos atrás no apartaba la mirada desde su terraza ahora permanecía en el oscuro portillo en silencio. ¿Qué quiere? Quiero ver, tan sólo mirar, sé que no ya no estás con ella y me darías la vida... A mi edad me conformo con olisquear un poco. Le di tal puñetazo que lo tumbé, las gafas salieron volando y la puntiaguda nariz sangró denotadamente. Cerré de un portazo y no dije nada a la maravillosa mujer que aguardaba sobre mi cama. El timbre a los pocos minutos volvió a interrumpir el majestuoso deseo que nuestros corazones sentían.

Enfundado otra vez en mi pijama me presenté bajo el dintel del pasillo y descubrí de nuevo al accidentado anciano, esta vez con una pistola en la mano. ¡Quieto, no dispare! Supliqué con el valor desterrado. Vamos donde tú ya sabes... Entramos en mi cubículo amoroso en el cual la preciosa Lys se cubrió asustada.

¡Ahora métesela estúpido! Baboseando me obligó a exhibir esta situación a sus lascivos ojos. Cógemela preciosa. ¿Eres capaz de estar con los dos? Bajo aquella  amenaza suspiramos y culminamos aquél subyugado coito.

Volví a levantar la mirada hacia la luz brillante del sol y contemplé el viejo de la nariz puntiaguda que me observaba desde su balcón sin inmutarse. Casi siempre estaba en el mismo sitio. Respiré tranquilo como si hiciera tiempo que me faltara el aire.

No pude salir, ya no tenía ánimo, mi cabeza siempre se perdía recordando los encuentros amorosos con Lys. Día tras día extrañaba su ausencia, noche tras noche añoraba su compañía, hace ya dos años de nuestro último encuentro. Quité la música, guardé todos los preparativos y me dispuse a tomar un baño relajante. Su dulce figura no desaparecía de mi espejo, ella y yo besándonos, acariciándonos, amándonos. Me sumergí en el agua tibia, me inundé de aromas como a ella le gustaba. Sonó el timbre, lamenté aquélla interrupción pero acudí con desgana. Una silueta en la oscuridad alzó su mano hacía mí. Unos labios rojos mordisquearon mi boca y el cuerpo de Lys me absorbió en un instante.

1 comentario:

  1. Cuando haces que se confuda la realidad (figurada) con la ficcion y los deseos y sueños con la realidad, dentro del relato, en un principio me sorprendes y me haces un lio pero luego acaba gustandome la forma que tienes de resolver la cuestión.
    Saludos

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