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17/2/10

Volando de nuevo.

Le miré, me miró cercano, sus ojos me atravesaban y no movía los labios. Parecía sensato, apenas nos conocíamos de 4 o 5 sesiones. Di, me dijo con voz sugerente sin mover un músculo. Estaba allí para contarle, no sabía como iniciar la ordenación de ideas para que tuviera algo de sentido.

Quiero amar, le dije de improviso. Quiero que me amen, quiero sentimientos por toda la piel que me inunden de emociones, que me transporten a la plenitud. Continué hablando mientras un camaleón acompasadamente cruzaba por el teclado de su ordenador. Quiero flotar de pasión mientras respiro, permíteme que me enamore, estaría bien. Enunciaba letras que florecían de mi garganta mientras a mi lado un leopardo buscaba la postura más cómoda de echarse en el suelo.

Quiero tener muchos hijos, quisiera ser capaz de vivirlos, ¿le parece correcto?. Mi interlocutor suspiraba cansado de escuchar todo el santo día monsergas similares, a cual más esperpéntica.

Por la solapa de su chaqueta se descolgaba un arácnido de peludas patas. Él no se enteraba de nada pero alrededor nuestro aparecían bichos de toda condición. No cabíamos en la sala, todos juntos, mezclados, respirando el mismo aire y sin molestarnos. Me gustan los animales.

Colocamos las palmas de las manos sobre la mesa de madera maciza y él me tocó suavemente con la yema de sus dedos. Sudaba. Nuestra ropa desapareció en el siguiente pensamiento. Nos mirábamos fijamente sin sorprendernos, dejamos las palabras a un lado. El ambiente era familiar. Sobre mi pecho un colorida mariposa enredada pedía auxilio, con un soplo evite la tragedia, a veces un mínimo gesto basta para una grandeza.

Ya no estaba, se evaporo, mi compañero de mesa me abandonó sin avisar, su lugar fue ocupado por otra persona, ella, la chica que vive en mí. Esa mujer que revolotea por mi mente a cada momento sin dejar recoveco para otras sensaciones. Le cae la melena sobre los hombros. Era su tacto, tocaba con dulzura mis muñecas, en décimas de segundo mi piel se erizo estremeciendo mi cuerpo en la rigidez muscular que apenas me permitía respirar. La excitación crecía sin querer detener la exuberancia de mi alma, la deseaba.

Entrelazamos los dedos en un acto reflejo cómo tantas veces. La mesa que nos separaba desapareció y dio paso a un bosque lleno de maleza en la que nos dejamos caer, nos acariciábamos mientras colocábamos nuestros cuerpos en armonía sobre el pasto. El sol brillaba de nuevo siguiendo nuestros movimientos.

Regalamos un recóndito lugar en nuestro mundo para apartarnos de la rutina en la que inmersos vivíamos. No pensábamos en nada, sólo nosotros y miles de seres que nos acompañaban cómo si fuéramos parte del mismo cuerpo. Sentíamos sus instintos y ellos nuestro placer. Mi lengua tocó ligero su precioso hueco entre su lóbulo y el cuello mientras nuestros sexos se unían en un atado amor. Labios encendidos recorriendo kilómetros de curvas, cualquier dirección, saboreando los latentes poros de su piel.

Es esto amor, Fernando. Puede ser querido amigo no lo busques si lo tienes dentro existe, si en tu cabeza vive, es tuyo, cuídalo. La persona que te quiera estará siempre aunque esto algún día acabe.

De nuevo cubierto de papeles, su agenda electrónica pitaba indicando el fin de la sesión.

2 comentarios:

  1. Alguien me escribió no hace mucho:
    Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones,
    justamente estas que regresan el brillo a los ojos y restauran los corazones destrozados.

    Que tu corazón se reconforte.
    Saludos

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  2. No sé quién escribió estas palabras, pero son realmente sabias. La calma y el sosiego son necesarios pero, ¿qué sería de la vida sin la pasión, sin el arrebato, sin como dice Antonio, tener a alguien revoloteando en nuestro interior?
    ¿Qué sería de nosotros sin ese remolino?

    Sólo puedo dar las gracias por estos momentos de compañía en medio de la noche.

    Buenas noches

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