MISIVAS DE UN RECUERDO.
Villanueva de los Infantes,
20 de Diciembre de 1936.
He enviado a
las alondras en tu busca, no te encontraron, he mandado a los
halcones perseguir tu rastro, su pericia no te ha localizado, he
lanzado mi corazón a tu encuentro, aunque tus pasos se alejen te
acogerá.
Lloro lágrimas
empapadas en sangre cada una de las infinitas veces que tu carta
releo, cada frase en la que tu voz escrita me dice adiós y canto de
dolor intentando que mi lírica llegue a tus lejanos oídos. No
puedes perecer sin abrazar a tu hijo que aguarda el encuentro con la
persona que le dio la vida que su sangre riega. Toda la familia
ruega por tu vuelta, mis padres y los tuyos resisten junto a
nosotros. Buscamos en las llamas del infierno al divino que no te
socorre e imploramos que arda incesante por atreverse a hacerte
sufrir.
Sólo deseo
verte, acariciarte, tenerte conmigo. Te necesito, quiero que cuides
de mí, Adolfo. Si no te miro de nuevo a la cara iré al lugar donde
los puros de corazón se encuentran y los amantes se temen el uno por
el otro. No puedo vivir sin tus manos recorriendo mi pelo cada noche
y cada mañana tu sonrisa me descubre inmersa en las cálidas
sábanas.
Hemos conocido
recientemente la masacre acontecida en tierras toledanas, todo es
confuso y las noticias vuelan más rápido que las balas y
cambian de dirección como veletas inmersas en huracanes. Ruego
porque todo sea un error y estés vivo.
Tu padre a recurrido al
obispo que anduvo por aquí de visita, implora por ti, ya sabes que
su grandeza gusta de regocijarse en conventos y posadas. No ha tenido
éxito en la empresa, te llaman hereje, que no mereces el socorro que
ruegan por ti y que debes sufrir tu destino con honor como cualquier
cristiano. Le intento quitar la idea de súplica tras hábitos de ira
y opresión, sin embargo tu pobre viejito no descansa y recibe las
venganzas vecinales de miembros de la eclesiástica patulea de los
demonios, pero sabes que Damián siempre ha tenido mucha fe y piensa
que te ayudan rezos ajenos.
Tu hijo crece risueño
olvidándose del momento que vive, de la pobreza que nos acompaña y
la virtud que nos abandonó justo en tu marcha. Mi madre ha enviado
una carta a su hermano y nos esperará en Cartagena para final de
enero, en la Casa de la Misericordia. Una vez allí nos dará
instrucciones para una larga estancia en la lejana prosperidad, ya te
contaré cuando te tenga en mis brazos. Sin ti no me iré a ningún
sitio. Ya les he conminado a los yayos que estaré contigo siempre y
que no soy nada sin tu abrigo. Si no vienes, iré yo por ti.
Tu amante esposa que
recuerda cada suspiro de tu voz.
Laura Sanlúcar.
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