Las piernas
cruzadas bajo la falda beige, no alcazaba a ocultar las rodillas,
entretenían la mirada recién llegada de David. La forjada timidez
inundaba su cuerpo de diminutos estigmas que iban con él a cualquier
parte. Agarraba su deshilachado bigote con las yemas de los dedos
como si dependiera la vida del paciente de su destreza. El movimiento
de sus gafas era incesante, recorrían toda la superficie de la cara
surcando el mar de nervios.
Marta, inmersa en
la liviana lectura de su dispositivo electrónico, perdía pensamientos en recuerdos recientes. Besos de un
prematuro amanecer en los que Javier devoró su cuello entre gemidos
de pasión. La piel erizada mantenía el deseo del adherido cuerpo de
Javi, sus manos continuaban la línea de su torso hasta el infinito, su sudor entremezclado con lágrimas de profundo amor obligaban a
Marta a cerrar los ojos y soñar sólo con Javier.
Parece que hace
calor, lanzaba espontáneo David al etéreo espacio que le
distanciaban de Marta. Continuaba hablando a la mujer más hermosa
que nunca podría contemplar y de la que no recibía respuesta
alguna.
La blanca luz de
mediodía colmaba la sala con el plácido calor del mes de mayo. El
deseo voraz de David proseguía hablando con la mujer que tenía en
frente, aquélla que aún se mantenía huída en sus propias ideas. Poco a poco
al no obtener ninguna respuesta fue subiendo de tono la semántica
sexual, Marta parecía no advertir las envenenadas flechas. El deseo iba llenando de
ideas irracionales la cabeza de David. Sudaba nervioso mientras se dilataban las córneas de los ojos y las manos no dejaban de golpear las rodillas como si
se tratara de un tambor y quisiera llamar la atención de aquella
belleza. Quiero besarla, le quitaré las bragas de un salto, sin
que le dé tiempo a reaccionar, sin que pueda rechazarme, le gustará
tanto que me suplicará que le bese, me amará tanto que querrá huir conmigo para siempre y hacerme feliz complaciéndome en todo lo que
le pida...
Un hombre moreno
entró en la salita sin ser percibido. Javier se detuvo a poca
distancia frente a Marta lanzándole un beso y realizando un gesto de
amor con la mano rodeando su corazón. David interrumpió su anónima
locura clavándose un bisturí en la yugular seccionándola.
Adiós Marta.
Adiós Marta.
Ultimamente te gusta descolocar al lector, por lo menos a mi me descolocas en los últimos relatos...
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