Canción V.
Dame la mano mi amor. Caminemos sobre las huellas que habitualmente recorren nuestras hijas. Hacen su vida por estas calles, disfrutan y se mueven con sus amistades por estos alrededores, tu no tuviste tiempo de comprobarlo, de vivirlo, de sentirlo.Mira hay viene Isabel, siempre cargada con los libros de la universidad. Estos días de frío calza las pesadas botas que le regalaste. Ella es muy friolera, da dos vueltas a la bufanda y se encaja el gorro evitando que se escape y evita el frío con todo lo que puede, parece que fuera a quedarse paralizada entre capas de ropa.
Cada día se detiene bajo el árbol donde mi último aliento exhaló. Respira hondo, se deja sentir y prosigue sobre sus reiterados pasos cantando. Observa sus delicados movimientos, a pesar de tener presente nuestra pérdida muestra su grácil sonrisa. Estoy seguro de que abraza la vida con ansias de felicidad.
Su alma se siente destrozada y mutilada aunque no se va a romper como el cristal, tiene un corazón puro que no va a ceder. Puedo sentirlo cuando estoy próximo a ella. Confía en su fuerza interior y apenas se siente decaída. Sabe que contemplamos su vida, no está sola, sabe que sus padres velan por su bienestar.
A pesar de vivir otra nueva vida no faltamos a nuestra palabra, todos los días aparecemos ante su cristalina mirada. Acércate y roza su rostro... Se encienden unas leves gotas en la brisa y cuando se desvanecen impregnan su piel. Mira, observa, se detiene un instante, ciega sus ojos y se deja llevar. Ves, continúa con tu sabor en los labios, se ha sonrosado y la sonrisa elevada que nos muestra me llena de amor. Te amamos hija.
De un salto un hombre vestido de negro y con la cabeza rapada se acerca metódico a Isabel, por detrás sujeta del brazo e interrumpe el camino de la distraída estudiante. Susurra al oído "No digas nada, tengo a tu hermana". Trastabillados se dirigen a una furgoneta plateada dónde el portón se abre y la oscuridad interior se abre paso a sus ojos.