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31/3/12

Misiva 5. En los mares de la venganza.

MISIVAS DE UN RECUERDO.

Yeles, a 26 de febrero de 1937.


Querida Madre,

Le mataron, sí madre, ya no está junto a mí. ¿Recuerdas a Daniel? Recorrió la instrucción en Ciudad Real, conmigo. Nos conocimos nada más llegar y faltó tiempo para hacer buenas migas. Alto, moreno, con la fortaleza de su tierra, Granada. No dejaba de hablar de sus tíos y de que le cuidaron como a un hijo. Huérfano por las enfermedades de la penuria. Madre, era todo amor. Creció junto a su hermano pequeño y a su prima Natalia, bajo las faldas de El Albaicín. Trabajó en la tahona de sus tíos toda su juventud, detentaba unos músculos rudos pero armoniosos con un talante simpático, agradable de formas y de condición. Le quise desde el primer cruce de miradas, nos observamos en silencio bajo las grisáceas literas del campamento. No volvimos a separarnos. Cavamos trincheras, soportamos la lluvia y el pétreo sol. Los interminables kilómetros de batalla, el miedo y la paz de nuestro marcado destino. Nunca he estado más en sintonía conmigo mismo, gracias a Daniel aprendí a anhelar la virtud y a suspirar con su amor.

No existirá nadie como él mamá. Le amo aunque ya no pueda repetir mis suspiros en su piel. Cómo lo quiero, cómo hecho de menos su abrazo y su encubierto amor. Me lo han matado madre...

Busco asesinos por estas tierras abandonadas de La Sagra, Daniel falleció no muy lejos de donde mis pasos me guían. No temo, no me importa perder la sangre de mis venas porque ya no siento el latido de mi corazón, se ha marchado con él, con sus besos tiernos, con el regalo del roce de su piel, con su deseo tierno que me encumbraba. No te imaginas lo dichoso que fui acompañado por sus ojos en la dureza de esta guerra. Nadie supo nunca lo que el amor nos abrigaba.

Ya no importa nada, nada tiene sentido, no existe lugar donde guarecerse. Mi locura persigue su muerte por dejarme solo. Voy en su busca madre enterrando mis botas sobre los surcos de campos áridos y con la sombra que muestra el sol de compañía. He cargado mi arma y he reservado el último cartucho para mí.

Perdona mi ofensa madre, no quiero ocultarte mi destino. El dolor que seguro sientes es el precio que no se como evitar. Se desvanece mi cuerpo cansado de soledad y a estas horas fluye etéreo sobre las olas del campo. No te preocupes, he gozado, he sentido, he amado y te he querido tanto madre. Ruego perdones este acto de guerra y comprendas que no quiero seguir sin Daniel. Veré a padre pronto, le daré tus besos, los que se perdió por tantos años de abandono. Te esperaremos madre.


Tu hijo que te ruega perdón.

Cabo Ismael Camaro.


20/3/12

Misiva 4. Con la luna sobre el cristal.

MISIVAS DE UN RECUERDO.

Illescas, a 8 de febrero de 1937.

 Querida Emi,


Cuántos días sin verte. Cuántas noches soportando el aire tétrico de esta tierra yerma. Cuántos rincones sin amor, cuántas paredes sin color. Recuerdo demasiado tus mejillas sonrosadas mientras tomábamos un poco de vino y la alegría de vivir inundaba tus afectos... y los míos. Recuerdo además tu cabellera rizada, tus tirabuzones volando sobre mis hombros y una larga noche por delante. Mis labios sin dejar de besarte mientras tu mirada se posaba sobre la mía.


Mi obligación me hace despertar cada mañana con el deber en mi mente, no así soy capaz de olvidarte. Enfundo mis botas, ajusto el sombrero de ala, estrecho ese cinturón que me regalaste Emi. Antes de dirigir la contienda paso revista a los muchachos, les doy una manotada en el hombro y reconforto la angustia de la batalla. Todos saben que alguno no volverá esa noche. Les ofrezco mi vida como garantía, la daría por cada uno de ellos aunque no vuelva a rozar tu piel mi vida. Son mis hombres y estoy muy orgulloso de ellos. Como quiero que lo estés de mí. Nuestra suerte es llevar a España a ser una gran nación. Nuestra suerte es la de tenernos en el corazón, en el amor y en la honra.


Emi te quiero tanto como cuando desperté la primera vez en nuestro lecho con tu silueta bajo la luz de la ventana. Deseo verte frente a mí de nuevo, dejar transcurrir el tiempo sintiéndote cerca con tu sonrisa regocijándome, son tiempos difíciles los que corren que nos distancian.


Algo está pasando en el cuartelillo, en este lugar lejano donde me han destinado. El Capitán Granero está más desquiciado de lo habitual. Aúlla como un lobo al llegar la luna sobre el silencio nocturno. Los chismes no se han dejado callar entre la tropa y yo, como sargento, no puedo quedarme con los brazos cruzados. El oficial Granero es ya bastante mayor, la compasión me lleva a no inmiscuirme y dejar que disfrute de la ventura del amor. Una mujer llamada Laura es su nueva compañera, la que le regala el corazón y desconcierta la tropa. Creo que está perdiendo la cabeza por esa señora que pasea por aquí sin ningún pudor.


Aniquilamos Ontígola, todo ocurrió mucho más rápido de lo que creíamos. La rabia tenía a la tropa muy alterada y te cuento por qué cariño. El 30 del mes pasado aconteció un hecho fatal a una de mis patrullas. Dos de mis guardias  recorrían el pueblo próximo de Yeles y fueron sorprendidos por milicianos. Dos muchachos que ninguno llegaba a los veinte años. Recorrían las calles vigilando que toda alma durmiera tranquila, que toda puerta permaneciera cerrada y que el merecido descanso llegara a la gente de bien. Mis chicos fueron atrapados por un grupo de salvajes, comandados por el Santón, que así le llaman porque fue monaguillo. Se desahogaron con almas más sencillas y bondadosas que ellos, esa noche tuvieron diversión a costa de mis soldados. Localizados en un pinar perdido en la oscuridad sangraban al sol de la mañana. Despellejados, con los dedos cortados y heridas abiertas causadas por machetes cobardes, con el terror de la muerte marcado en sus rostros...


Fue una noche larga para Daniel y José que no podrán volver con sus familias. Haré justicia, los perseguiré hasta que imploren clemencia bajo mi bayoneta. Capturamos un gran número de combatientes heridos en las escaramuzas de Ontígola y publicaron sus nombres como ordena Capitanía. Son los siguientes:


Anselmo Díaz Roces.
Manuel López Macha.
Adolfo Arapiles Díez.
Agustín María Quesada.
Federico Giménez Martos.


El juicio se realizará en la mañana del día 14 de febrero por el mismo General Jose Enrique Varela. Será un honor para toda la tropa que tal caballero de nuestro ejército tenga el talante de detener sus obligaciones en un plaza como la nuestra. Vestiremos de gala, ese día te quiero aquí Emi, ya lo he dispuesto para tengas una cómoda estancia entre nosotros.



Emi recuerdo tu voz entrando en mis timpanos inundando de placer mis sentidos y transformando nuestra cama en un valle de amápolas, un enorme campo rojizo en el cuál tu melena dorada vibra con el viento de mis pulmones que gritan de pasión.


Te echo tanto de menos, aunque queda muy poco...


Sargento Antolín Vallejo.


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