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11/2/12

Misiva 3. Búsqueda Ciega.

 MISIVAS DE UN RECUERDO.


Illescas, a 18 de Enero de 1937.

Querido padre,

No encuentro la mirada de Adolfo entre las oxidadas rejas que he conseguido explorar. En muchos casos me han impedido ver a los presos, me han prohibido descubrir a los heridos que curan su alma en botica. Adolfo no se encuentra entre los prisioneros, quizá yace ya en el desamparo de esta tierra.

Espero que Nicolás este bien y no recuerde nunca estos momentos duros que sus padres están sufriendo. No puedo marchar sin tener noticias de mi marido.

He encontrado a un soldado llamado Amado, me ha reconocido él, Adolfo le mostró la fotografía que llevaba en el bolsillo de la casaca, aquélla que hicimos frente al Palacio de Cristal, pegados a la fuente que surtía el estanque. En ese instante en el que estuve segura de que Adolfo era mi yo que completa mi universo y en ese mágico lugar, bajo el influjo de la luna llena, me pidió nuestro fiel compromiso. Esa promesa que hicimos confirmó el deseo de permanecer juntos y que nada en este mundo será capaz de arrebatar. Amando compartió con Adolfo momentos duros en Seseña y estuvieron juntos hasta que el fuego Nacional realizó cuantiosas bajas entre los uniformes republicanos. El infortunio sembró el cuerpo de Amado de fuego enemigo y consiguieron apresarle y trasladarle encadenado a la plaza de Illescas. En esa gélida y efímera mazmorra los mantuvieron varios días inmóviles frente al pilón que está cercano a la iglesia y permanecieron sin alimento mucho tiempo. A pan y agua nutrieron a esos escuálidos guerreros y que como apóstoles sobrevivieron. Amando me contaba esa historia con una incesante carcajada.

Mi marido pudo escapar hacía Ontígola donde replegaron el diezmado ejército popular y así poder contar las infinitas bajas que aquel tremendo ataque produjo. Una pala y una azada eran su única arma. Ya no tienen respuesta armada, ya no tienen salvación...

He cruzado pasillos oscuros dentro del cuartelillo de las fuerzas nacionales, pasé por beata y misericordiosa, me abrieron las puertas de sus porquerizas donde apenas podía distinguir la cara de los que allí se encontraban. Pude adentrarme por laberintos de mezquindad. Los heridos rugían su destino, las plegarías emergían por cualquier rincón y la muda oscuridad atrapaba los llantos.

Extendí mi mano y la posé sobre los desconocidos rostros que inmutablemente permanecían allí vejados. Rocé con la palma aquellas caras sin reconocer ninguna, sin hablar y sin recibir respuesta alguna. Encontraría las facciones de Adolfo en un mar de almas. No le hallé. Mi deseo no estaba en aquel maldito lugar.

Ando de una casa a otra pidiendo cobijo, aún existe gente que la compasión les conmueve y a pesar de lo que arriesgan ayudan al prójimo. Debo continuar buscando, no volveré hasta que conozca el paradero de mi amante esposo.

No os preocupéis, seguir adelante con el olvido de vuestra tierra y con el encuentro de otra esperanza lejana. Estoy segura de que algún día volveremos a estar juntos y no cejaré hasta conseguir este imposible anhelo. Debéis partir cuanto antes. Cuidar a mi pequeño Nicolás. Está en buenas manos, con la familia que le ha visto nacer, con sus queridos abuelos. Educarle para que sea un hombre de bien y que en él fluya el recuerdo de sus padres... por si deben ser sólo un lejano sueño.

He podido idear un pequeño plan que quiero llevar a cabo lo antes posible y que espero sea vital para entender el destino de apresados y heridos. Un fortuito tropiezo con un anciano capitán ha facilitado la estrategia que sin demora pondré en marcha. Esta tarde... Comenzaré.

Un beso de amargura y de amor para vuestras oraciones.

Laura Sanlúcar.

6/2/12

Misiva 2. Lágrimas de Sangre.


MISIVAS DE UN RECUERDO.

Villanueva de los Infantes, 20 de Diciembre de 1936.





Querido Adolfo,


He enviado a las alondras en tu busca, no te encontraron, he mandado a los halcones perseguir tu rastro, su pericia no te ha localizado, he lanzado mi corazón a tu encuentro, aunque tus pasos se alejen te acogerá.

Lloro lágrimas empapadas en sangre cada una de las infinitas veces que tu carta releo, cada frase en la que tu voz escrita me dice adiós y canto de dolor intentando que mi lírica llegue a tus lejanos oídos. No puedes perecer sin abrazar a tu hijo que aguarda el encuentro con la persona que le dio la vida que su sangre riega. Toda la familia ruega por tu vuelta, mis padres y los tuyos resisten junto a nosotros. Buscamos en las llamas del infierno al divino que no te socorre e imploramos que arda incesante por atreverse a hacerte sufrir.

Sólo deseo verte, acariciarte, tenerte conmigo. Te necesito, quiero que cuides de mí, Adolfo. Si no te miro de nuevo a la cara iré al lugar donde los puros de corazón se encuentran y los amantes se temen el uno por el otro. No puedo vivir sin tus manos recorriendo mi pelo cada noche y cada mañana tu sonrisa me descubre inmersa en las cálidas sábanas.

Hemos conocido recientemente la masacre acontecida en tierras toledanas, todo es confuso y las noticias vuelan más rápido que las balas y cambian de dirección como veletas inmersas en huracanes. Ruego porque todo sea un error y estés vivo.

Tu padre a recurrido al obispo que anduvo por aquí de visita, implora por ti, ya sabes que su grandeza gusta de regocijarse en conventos y posadas. No ha tenido éxito en la empresa, te llaman hereje, que no mereces el socorro que ruegan por ti y que debes sufrir tu destino con honor como cualquier cristiano. Le intento quitar la idea de súplica tras hábitos de ira y opresión, sin embargo tu pobre viejito no descansa y recibe las venganzas vecinales de miembros de la eclesiástica patulea de los demonios, pero sabes que Damián siempre ha tenido mucha fe y piensa que te ayudan rezos ajenos.

Tu hijo crece risueño olvidándose del momento que vive, de la pobreza que nos acompaña y la virtud que nos abandonó justo en tu marcha. Mi madre ha enviado una carta a su hermano y nos esperará en Cartagena para final de enero, en la Casa de la Misericordia. Una vez allí nos dará instrucciones para una larga estancia en la lejana prosperidad, ya te contaré cuando te tenga en mis brazos. Sin ti no me iré a ningún sitio. Ya les he conminado a los yayos que estaré contigo siempre y que no soy nada sin tu abrigo. Si no vienes, iré yo por ti.


Tu amante esposa que recuerda cada suspiro de tu voz.

Laura Sanlúcar.

1/2/12

Misiva 1. Cuando recitas mi nombre.

MISIVAS DE UN RECUERDO.


Seseña, a 28 de Octubre de 1936.


Querida Laura, 



Muchas gracias por tus besos envueltos en fina seda, gracias por las palabras que alojo en mi corazón, gracias, eres lo único que me sostiene en esta locura. No soporto estar aquí, tendría que vivir en la aldea, con nuestro pequeño Nicolás. Cuidándote y amándote, viviendo a tu lado esta dura época que nos ha tocado vivir. Echo de menos tus caricias, tu sonrisa... Cuando después de hacer el amor recitas mi nombre y tus cabellos enredados a mi alrededor como serpiente que devora su presa. 

No dejes de quererme aunque pasen siglos, no podré dejar de amarte Laura.


La lluvia de armamento es incesante, esperamos que ocurra lo peor. La batalla será aniquiladora entre nuestras filas, estamos descorazonados mi amor. Nos tienen con un poco de pan y mermelada para que dé fuerza dice el sargento. Ya no consigo ver nuestro futuro juntos cariño, de este helador refugio no voy a salir. Cada vez tenemos más bajas y los nacionales se están desplegando por toda la zona. Ellos tienen el dinero y nosotros la lluvia, ellos acaparan las balas nosotros la voluntad, ellos despliegan los tanques nosotros dos mulas y el caballo del capitán que más que potro es burro almidonao, ellos exhalan la fuerza que les da el rancho nosotros masticamos el aire que conseguimos respirar.


Llevo varios días con una tos fea que me impide soñar contigo Laura, el matasanos dice que no me preocupe, que no me matará, que sólo una bala puede hacerlo y que todavía no está fabricada, será de oro porque un corazón tan noble no puede pararse por cualquier invento nacional.


Emilio te envía recuerdos desde el más allá, te quería mucho. Saluda a Concha, llora con ella, su marido siempre la tenía sobre los labios, murió pronunciando su nombre y ahora yace en un monte. Desde su descanso, Emilio, seguro que la puede ver.


No te desanimes cariño, el niño necesita tu coraje para seguir adelante. No olvides que siempre estaré con vosotros. Voy a morir mi vida, aunque antes me llevaré a unos pocos remilgaos, sobran muchos, no me marcharé solo al otro mundo. Cuando por fin acabe todo volveré por ti, tú no me verás yo a ti sí, no me escucharás aunque yo disfrutaré con tus susurros, no me tocarás pero yo estaré en tu interior mi amor.


Todos mis besos son tuyos, te amo mi vida.



Adolfo Arapiles, cabo de infantería de la República Española.


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